Insensatez y sentimientos
La pareja protagónica (Adrián Suar y Valeria Bertuccelli), el guionista (Pablo Solarz) y también el director (Juan Taratuto) de Un novio para mi mujer, así como varios otros integrantes de aquella película se vuelven a reunir en Me casé con un boludo, película que fuera de eso no tiene conexión alguna con aquella. Sí, podríamos decir, que busca una forma de comedia romántica más parecida a las comedias de rematrimonio que al estándar de Hollywood de la comedia romántica actual. También es cierto que, en comparación al cine comercial actual, la pareja protagónica es adulta, no adolescente, lo que también cambia los temas a tratar y la perspectiva de los personajes.
La película dirigida por Juan Taratuto cuenta la historia de una estrella de cine argentino, Fabián Brando y Florencia, una actriz cuyo novio dirige la película en la que trabajarán juntos. Pero como el título anuncia, Fabián y Florencia tienen un destino en común, como también lo indica el género al que pertenece la película. Lo más complicado para el espectador, que entra al cine ya riéndose debido al título del film, es entender donde colocarse con respecto a los personajes. Esa inseguridad es más de quien está mirando que de los que realizaron la película, como se irá viendo a medida que la trama avance.
Es esa primera parte la más complicada porque no terminamos de decidir que nos parecen los personajes, que nos producen, al menos eso me pasó a mí. Si Un novio para mi mujer era más sólida en la comedia que en el drama, acá se podría decir que ocurre lo contrario. Claro que el film sigue siendo una comedia, y que el sentimentalismo jamás se apodera de las escenas, ni existe el más mínimo atisbo de golpe bajo para impactar el espectador. Cuando hablamos de drama en realidad hablamos de escenas sin gags concretos ni chistes para buscar la risa.
Pero entonces, a medida que avanza la trama y el personaje toma una decisión disparatada para salvar su pareja, ocurre algo que ilumina a toda la película. Guionista, director y actores logran dotar a la historia de un inesperado corazón. Y así, sin que el título Me casé con boludo pudiera hacerlo sospechar, la película resulta emocionante. Como el Christian de Cyrano de Bergerac, Fabián recibe (en realidad sale a buscar) letra y personalidad afuera, aquella que él no tiene. La diferencia es que nosotros nos conmovemos con el hombre vacío que necesita ser mejor para no perder aquello que ama.
Cuando la película no anuncia sus temas, cuando simplemente suceden las escenas, Me casé con un boludo está llena de buenos momentos y grandes escenas. Un par de elipsis brillantes nos hacen avanzar cuando el romance se concreta y también para resolver muy bien el desenlace. Los secundarios funcionan, combinando veteranos con estrellas del cine independiente, perfectamente equilibrados. Y, en algo que vale la pena destacar, la música de Darío Eskenazi resulta brillante. Cuando parece las banda de sonido de Bernard Herrmann en las escenas de cine dentro del cine pero también cuando busca el tono de la historia principal. Y tres versiones de Vivir así es morir de amor son un lujo y un placer extra que la película ofrece. Un atrevimiento más es decir que la escena del rodaje que se ve en un momento de la película parece un amable homenaje a La noche americana, lo sea finalmente o no, en algo la evoca.
En las historias de amor, comedias o no tan comedias, los personajes hacen cosas absurdas y disparatadas para no perder lo que aman. En Me case con un boludo esta regla se cumple y aunque anuncia en un comienzo que lo hace en forma de comedia ridícula –como lo subraya el provocador y efectivo título- luego lo termina completando de forma emocionante. Cualquiera, hasta el más irrecuperable de los tontos, tiene una chance de luchar por su amor, si lo hace con verdadera convicción.