Vuelven Suar y Bertuccelli de la mano de Juan Taratuto con la comedia Me casé con un boludo.
Adrián Suar es Fabián Brando, un actor con un ego inconmensurable, que se enamora de la coprotagonista de una película que él ha aceptado hacer sólo por dinero . Ella es Florencia (Valeria Bertuccelli) una actriz inexperta, que está allí por tener un romance con el director (Gerardo Romano). Se casan y al poco tiempo ella se dará cuenta que en realidad, se enamoró del personaje de su compañero en la ficción, pero que en la realidad, el es un tipo insoportable. Enterado él de esto, sin que ella lo sepa, recurrirá al guionista de la película para recuperar el amor de la actriz.
Sobrevuela un aire a lo Cyrano de Bergerac. Esto es, pedir ayuda de otro para conquistar a alguien, tema que ya ha sido visitado por el cine en diferentes versiones de Cyrano, fieles a la original o adaptaciones como Roxanne, con Steve Martin, situada en un cuartel de bomberos o una variación sobre el tema en La verdad acerca de perros y gatos, con Uma Thurman, que sustituye a una veterinaria que conduce un programa de radio, en una cita a ciegas.
El mismo equipo de la exitosa (en término de espectadores) Un novio para mi mujer, es decir, pareja protagónica mas director (Juan Taratuto) mas guionista (Pablo Solarz) intentan repetir la proeza de aquella, con un título que con su sola mención es un golpe a la mandíbula y cuyo poster tiene destino de photo booth. Quizás por eso, sus intenciones están colocadas mas en el marketing que los resultados artísticos.
Me casé con un boludo tiene una lujosa puesta en escena. Es ambiciosa en cuanto a inventar fastuosos estudios de cine, escenografías y despliegues dignos de la época de oro del cine nacional, que hoy en día son más visibles en la televisión que en lo producido para la pantalla grande. Así como también en lo relativo a las fiestas y a las casas de las celebridades. Y es ahí donde pone el acento, en el deseo de convertir al cine en una industria con la pompa que hoy en día tiene la pequeña pantalla. ¿Acaso no tienen las ceremonias de premiación televisiva un brillo que las del cine nacional no logran? Para ello, el tema de la ficción dentro de la ficción le viene como anillo al dedo, pero desaprovecha situaciones de rodaje que podrían tener más potencial cómico. Limitándose a un par de momentos graciosos que tienen que ver con el ego del personaje de Adrian Suar, especialmente en lo relacionado con el trabajo con grandes realizadores, entre los cuales, la mención de haber trabajado con Polanski, es a todas luces absurda. Con evocar películas y directores extranjeros que filmaron en Argentina, alcanzaba.
Una de las virtudes del film es Valeria Bertuccelli, tratando de despegarse de su personaje más famoso en el cine (la Tana de Un novio para mi mujer). En este caso, su Florencia tiene vulnerabilidad pero también brillo propio. Si en su anterior trabajo con Suar le bastó un monólogo para quedar en la mente de los espectadores, en esta ocasión, el guionista optó por repetir la fórmula de otorgarle pequeñas islas de lucimiento en una comedia que transcurre por carriles convencionales y que proporciona mínimas dosis de sonrisas. Adrian Suar es un comediante eficaz, pero de tics televisivos que en el cine no son necesarios. Por el lado de los actores secundarios, se lucen en pequeñas intervenciones Alan Sabbagh y Marina Belatti.
El género está más cercano al romance, a como reconquistar un amor que a la carcajada. Y cuando elije el tono paródico, especialmente relacionado con el mundo de la televisión (Me casé con un boludo está plagado de celebridades de la pequeña pantalla haciendo de sí mismas) la cosa no pasa de la tontería.