Así en la realidad como en la ficción
En un momento de Me perdí hace una semana, el Michi, un tarotista gay convertido provisionalmente en vocero de la conciencia que regula el cine de Iván Fund, cuenta lo que él siente: "hay una desconexión entre lo que uno es y la ficción". Allí está cifrada una clave fundamental de esta película pequeña y provocativa que es también la crónica de un fracaso. O de dos. El de la joven pareja protagónica, en un lento proceso de descomposición que la película acompaña al mismo ritmo, y el del propio proyecto de filmación, puesto en cuestión por casi todos los que rodean a Fund durante el rodaje, como el propio director se encarga de dejar en evidencia.
Y es justo que sea el Michi -que también aparece en AB, la otra película de Fund estrenada esta semana- el personaje a cargo de la revelación. Porque unos segundos después, travestido, se luce con una sentida versión de "Amor entero", una melodramática canción romántica de la puertorriqueña Lucecita Benítez. Con él habrá también una muy buena escena que transcurre en una noche de copas en la casa de la pareja en conflicto.
Con una cámara inestable que es reflejo no sólo del presente de los personajes, sino también de la relatividad de los límites entre ficción y documento en su cine, Fund logra momentos más verdaderos que la mayor parte de los que el cine mainstream argentino produce cuando se pone serio. En la película aparecen también una mujer policía (Eva Bianco, quien ya había estado en Los labios, codirigida por Fund y Santiago Loza, con quien la actriz trabaja habitualmente) y su hijo, conviviendo en una subtrama deliberadamente desdibujada en la que una vez más aparecerá involucrado el Michi, médium de otra convicción del director: "Yo sigo adelante, no me interesa. Si se viene el mundo abajo, que se venga". La frase sintetiza muy bien la obcecación de Fund en seguir su propio sistema. Esas historias donde los vínculos, los géneros y las etiquetas son necesariamente imprecisos.