Es común (yo diría que es condición sine qua non) que una película de autor sea imperfecta. Por lo menos como obra en sí misma. Desde los 50' que varios críticos nos explicaron que existe cierto cine que para ser experimentado en plenitud debe ser tomado como una pieza de algo más grande; que necesita de algo más para ser completada. Vemos en ella cosas que nos llaman más la atención, que resultan por ahí atractivas o bellas pero nos distraen de lo meramente narrativo y nos recuerdan la mano de un artista que está detrás de todo esto. De alguna forma el cine de autor boicotea la organicidad y redondez de la obra adrede porque de esta forma hace participar al espectador de una nueva sinergía que siempre se extiende a lo largo de varias películas.