Cómo hacer una road movie y chocarla
Todavía hay quien dice que el cine iraní “es aburrido”, incapaz de pescar las sutilezas del mundo límpido de Abbas Kiarostami o de pensar las complejidades de Samira Makhmalbaf o Jafar Panahi. Son autores que suelen darnos grandes films y abrir caminos al cine. Y no son inaccesibles: los personajes no hablan inglés, se visten como en Irán y la cámara suele no moverse mucho, pero nos llegan si somos capaces de ver a esas personas “exóticas” como nuestros semejantes.
Pero es cierto y hacemos trampa: mencionamos tres autores importantes de esa cinematografía, no todo el conjunto. Como en cualquier cinematografía, lo mediocre o lo decididamente malo abunda. Y también los cineastas que están desesperados por vender sus productos fuera del mercado local con los festivales como trampolines. A esa ralea pertenece Bahmn Ghobadi, el perpetrador de un film llamado Las tortugas también vuelan, donde aprovechaba a retratar niños kurdos que viven de desenterrar minas y venderlas a un expoliador que las negocia en el mercado negro –niños reales que realmente hacen eso– para levantar el dedito y acusar las atrocidades de la guerra.
Aquella película manipuladora se había llevado varios premios internacionales. Esta Media luna, también. Esta vez no son niños sino un viejo músico kurdo que habita en Irán y quiere dar un concierto en el Kurdistán de Irak acompañado por una decena de hijos. Y, como sucede con cualquier película “de caminos”, en cada etapa irá encontrando nuevos problemas, a cual más ridículo y patético.
Con este material se puede hacer una comedia, un drama, cualquier cosa. Ghobadi, autor al film, opta por lo mismo que hizo en su film anterior: hace directamente cualquier cosa (menos una película). Aliado al grotesco y al pintoresquismo for export, mirando desde una distancia segura la miseria de sus criaturas, dispone demagógicamente de los elementos para la lágrima o la risa fáciles. Un film que se parece al peor cine argentino de los 80, y que triunfa en ciertos circuitos donde señalar con el dedito es sinónimo de humano compromiso.