Música del alma
Bahman Ghobadi y otra fábula contra el totalitarismo.
El cine iraní alla Kiarostami -tempo moroso, personajes lacónicos, planos-secuencia extensos- ya fue objeto de culto y burlas. El de Bahman Ghobadi, realizador kurdo-iraní de gran aceptación internacional, comparte el trasfondo social y geográfico, pero en otros aspectos funciona como su antítesis: está hecho de un expresionismo exacerbado, tragicómico, cercano al de cierto cine balcánico, italiano o, por qué no, argentino, en su vertiente familiar/grotesca. En realidad, Media luna, una road movie lírica, combina elementos del costumbrismo, la fábula, la alegoría política y hasta el realismo mágico.
A partir de anécdotas pequeñas, de sufridos personajes kurdos en la frontera de Irán e Irak, Ghobadi suele buscar impacto a través del shock trágico, matizado con humor negro: siempre con espíritu antibélico y antitotalitario. En Las tortugas también vuelan, un éxito en festivales internacionales, se valió de elementos revulsivos (y criticables): en especial, niños mutilados por minas antipersonales. En Media luna, felizmente, dejó de lado la estética de lo atroz. Optó por la metáfora: algunas veces sutil; otras, no tanto.
La historia se centra en Mamo, un famoso músico kurdo, anciano, que, tras 35 años de haberlo intentado en vano, obtiene un permiso para dar un concierto en el Kurdistán iraquí. Para hacerlo, convoca a sus numerosos hijos, instrumentistas, los va subiendo a un viejo micro escolar en el Kurdistán iraní y emprende viaje: los miembros de una etnia sin territorio fatigan territorios familiares y a la vez hostiles. Además, Mamo está convencido de que necesita la voz celestial de una mujer, y las mujeres tienen prohibido cantar frente a hombres en Irán. En un pueblito perdido en la montaña, donde viven 1.334 cantantes exiliadas, suma a la bella Hesho a la banda.
Los personajes de Media luna, muchos de ellos interpretados por no actores, eluden -cuando pueden- los abusos totalitarios, aunque son víctimas de variadas injusticias. Y sin embargo se desenvuelven en un tono farsesco, hablando siempre a los gritos, con abundantes ademanes: algo así como la famiglia unita en medio de la asfixia sistémica. Más adelante, los componentes graciosos del filme van dejando paso a la angustia y un lirismo que roza lo onírico. La narración es irregular; la fotografía y los paisajes, imponentes.
Media luna, Concha de Oro en San Sebastián 2006, transcurre tras la caída de Saddam Hussein: la brutal opresión -en especial, la ejercida sobre los kurdos-; la barbarie de los "liberadores" norteamericanos; la llegada de la modernidad en medio del atraso; la melancólica crisis de las tradiciones y, a la vez, su carácter perdurable: todos estos elementos están en la película. También está, en forma preponderante, la muerte. Y el arte, la voluntad, la unión: los vanos aunque necesarios intentos de ganarle espacios.