Una comedia romántica, urbana y disfrutable.
El amor nunca ha sido un tema sencillo. Lograr un acercamiento con un otro por sobre los obstáculos individuales y sociales y los conflictos propios y ajenos siempre resultó complicado. Por lo menos así parece cuando alguien está solo e intuye que la persona que imagina para estar a su lado puede estar ahí nomás, mezclada entre casi 3.000.000 de personas que conviven en Buenos Aires como en un hormiguero. Tal vez en el propio barrio, en la misma manzana y hasta compartiendo la misma medianera que los une y a la vez los separa.
Medianeras, la película de Gustavo Taretto, desde el comienzo nos va mostrando junto a las voces en off de los personajes como es la ciudad que habitan. Imágenes y relatos, que como en un documental, dan cuenta del crecimiento de la ciudad con sus innumerables edificios que se levantan uno al lado del otro, caóticamente, sin lógica ni planificación, con departamentos cada vez más chicos como cajas de zapatos y en donde cada uno busca acomodarse como puede.
Este es el escenario en donde Mariana y Martín son vecinos sin saberlo y sin conocerse. En un tiempo donde la tecnología ofrece una ficción de encuentro en donde la aparente comunicación suele ser la máscara de seres en realidad muy solos. Se pueden tener cientos de amigos virtuales en facebook y no conocer a los vecinos.
“¿Hay algo más descorazonador en el siglo XXI que no tener mails en la bandeja de entrada?“
Mariana y Martín van relatando a lo largo del film quienes son, que hacen, como viven, que sienten, evidenciando similares neurosis urbanas y también parecidos sueños y necesidades.
Pilar López de Ayala y Javier Drolas, en sólidas actuaciones, le dan vida a esos personajes con total naturalidad y simpleza acercando al espectador a situaciones y emociones en las que, más de una vez, se sentirá identificado.
Ambos son el núcleo de la historia en la que participan además, en pequeños segmentos, Inés Efron, Rafael Ferro y Carla Peterson, entre otros.
La ópera prima de Gustavo Taretto viene de proyectarse en el Festival de Berlín y en el Bafici con gran recibimiento del público y la crítica. Una comedia romántica en donde la ciudad ocupa un rol determinante, aportando otro punto de vista desde el cual observarnos y reconocernos. Entre tanta confusión y relaciones fallidas, la persona que buscamos puede estar más cerca de lo que creemos y el amor encontrarse en el momento menos pensado. Como en el juego de “Encontrar a Wally” nos desesperamos en su búsqueda y en todos lados nos parece verlo. Las apariencias nos confunden pero sabemos que en algún lugar está y esperamos el momento mágico de reconocerlo entre la multitud.