Le sientan mejor los cortos
Después de algunos años de haber realizado el corto Medianeras, Gustavo Taretto retoma su idea con un largometraje. Aunque la propuesta del director resulta llamativa e interesante, es imposible dejar de contrastar el largometraje con el corto. La película por momentos resulta aburrida y abre puertas que no llevan a nada, pero claramente quedan opacados esos momentos por la calidad del planteo y cómo se lo lleva adelante. Resulta todo un desafío generar un largometraje con la misma idea que un corto: ¿si se puede decir con menos tiempo lo mismo, por qué alargarlo? Obviamente la difusión que tienen los cortos no es la misma que los largometrajes y es, sin duda, un error que los directores se tengan que adaptar a ese requisito.
El director encara la problemática de vivir en la ciudad, desde la visión de dos personas que no se conocen, Mariana (Pilar López de Ayala) y Martín (Javier Drolas). Ambos, con actividades e intereses distintos, van mostrando con sus monólogos a la ciudad y sus interrogantes. Los protagonistas cuentan cada uno su experiencia y quedan planteados varios dilemas posmodernos en sus comentarios. Martín es diseñador de páginas web, trabajo lo ha hecho o ha fomentado su introversión. Pero él da cuenta de cómo la sociedad moderna le otorga todo lo necesario para vivir encerrado y no tener que salir. Su novia lo dejó y va perdido por la web buscando alguna cita favorable. Mariana, por su parte, sufre de la sobrepoblación de profesionales. Ella es arquitecta pero trabaja en el diseño de vidrieras. Trata de reponerse de cuatro años de noviazgo tirados al tacho.
Taretto plantea un análisis de la estructura de la cuidad, en cuanto a lo arquitectónico, y de cómo termina recayendo en la calidad de vida de la gente. A su vez, el film refleja una ciudad cargada de cosas y es coincidente con la saturación de ideas e imágenes que aparecen en la película. Asimismo, resultan efectivos los recursos que utiliza el director para sacar al espectador del automatismo que vive día a día en su rutina. El análisis minucioso de algunos detalles de la ciudad es muy atractivo, así como también los interrogantes y las afirmaciones que cada uno de los protagonistas exponen.
Si hablamos de desaciertos podemos decir que es, quizás, un poco descolocado el planteo que realiza de la falta de publicidad por la crisis del país, pero ha quedado esa parte del guión igual que el corto, que corresponde a una fecha más cercana al 2001. A su vez, la actuación de Jorge Lanata como médico, no tiene mucho fundamento más que poner una figura conocida en el reparto. Cumple la función de ser un médico “piola”, pero no es necesario para el guión, que tiene con qué sostenerse solo sin recurrir a un famoso.
Los actores principales encaran muy bien su rol reflexivo, resultan naturales y llevaderos sus monólogos. En cuanto a Carla Peterson e Inés Efrón cumplen estereotipos de mujer moderna: la primera representa la saturación de saber y la pedantería; la segunda una vividora del instante, sin pensar mucho en el mañana. Ambas realizan buenas actuaciones, quizás Peterson resulta un poco más llamativa, pero debido al papel que le toca.
La calidad de la propuesta no está en duda. Pero algunas ideas quedan viejas; hay escenas que se alargan sin sentido; la intervención de Lanata y algunas ideas que se abren y no llevan a nada, dejan ver que se puede decir lo mismo con menos.