Escritor se busca a sí mismo en Paris
Gil (Owen Wilson) es un artista en crisis que cuestiona sus talentos y posibilidades literarias, mientras está escribiendo su primera novela (hasta ahora lo suyo eran guiones para Hollywood). Se encuentra en París junto con su novia Inez (Rachel McAdams), con quien se va a casar, aunque la relación también está en problemas.
Woody Allen, al igual que Gil, admira París -o al menos, a sus productores europeos-, por lo cual se preocupa en demostrarnos que aquella ciudad es hermosa por muchas razones, desde un largo comienzo que consiste en planos de diferentes sectores famosos de la capital francesa a ritmo del infaltable jazz clásico, casi un spot de turismo. Luego sí, se nos sugiere todo aquello que le pasa a Gil en Paris, con su trabajo y con sus relaciones personales.
Es que si algo se nota claramente en esta última película de Allen, es su falta de capacidad de síntesis y la continua reiteración de diferentes elementos; como algunos chistes, ciertas actitudes de los personajes, alguna música y alguna intención. Woody no redondea y se lo encuentra a veces dando vueltas en círculos dentro de la historia. Hay que reconocer, sin embargo, que esto no afecta realmente una película que no sólo es mirable, sino también amable y divertida. Que al director neoyorquino le falte un poco de solidez, no significa que sufra de la desmesura insoportable de Michael Bay por ejemplo, sino más bien, de una falla de cierta importancia que por suerte no influye tanto en una película que también tiene muchos aciertos.
Por ejemplo, está el buen elenco que sostiene a Medianoche en Paris. Personajes como la insoportable Inez que hace Rachel McAdams, o el pedante Paul del gran Michael Sheen (el Frost de la buena Frost/Nixon) están más que correctos en sus actuaciones, y aunque son estereotipos, acompañan muy bien al Gil de Owen Wilson. En cuanto a Wilson, que le toca componer al personaje alter ego de Woody Allen, se puede decir que es un gran acierto suyo el no imitar los tics que el director tiene al actuar, logrando así apropiarse del papel y divertir con armas propias. Entre ellas, un acento extraño, casi inglés, pero hablado con los cachetes inflados, y una nariz que se va tornando cada vez más misteriosa en cuanto a su forma (de hecho, ya parece una mutación genética).
En esta París también merodean algunos personajes que ya pueden ser calificados como históricos, interpretados con mayor o menor suerte. Se trata de artistas, escritores, pintores geniales que alguna vez pisaron el suelo parisino. La ciudad los formó, los alojó y les dio material con el cual hacer sus obras. Desde Cortázar y Pizarnik, hasta Marta Minujin han reconocido la influencia de París en ellos y sus obras. Aquí en la medianoche francesa de Woody Allen aparecen los artistas geniales del imaginario norteamericano. Desde el influyente y reflexivo Ernest Hemingway interpretado por Corey Stoll , hasta la pareja parrandera de Scott y Zelda Fitzgerald (Tom Hiddleston y Alison Pill, respectivamente), pasando por la Gertrude Stein de la buena de Kathy Bates. También está un eternamente enojado Picasso (Marcial Di Fonzo Bo), que tiene una amante llamada Adriana, personaje importante interpretado maravillosamente por Marion Cotillard, que no sólo es una gran actriz, sino que además es hermosa. Woody se encarga de resaltar aquellos aspectos conocidos de estos personajes logrando una burla respetuosa que a veces es excesiva y otras veces lo suficientemente divertida. La galería de artistas que presenta el director es enorme e innecesaria, atiborrada de homenajes y referencias, y en general es un deleite, y llega a cumbres como cuando aparece el Dalí de Adrien Brody.
París es una usina cultural, la capital de amor, centro político del universo y hasta un lugar donde se come bien. Estos son saberes baratos desde hace mucho tiempo, lo cual no significa que sean mentira. Allen se encarga de decirnos que todo aquello es verdad y más. Que París siempre ha sido mágicapor varias razones: o por el amor, la inspiración que provoca, o por quienes la eligieron y la están por elegir. Por suerte nos lo dice con su cine, que aunque un poco desgastado y enclenque, todavía puede hacer reír y disfrutar.