China muestra los dientes
Son varias las acotaciones que pueden hacerse sobre Megalodón, un proyecto que viene postergándose desde hace muchos años.
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Cuando en 1997 Steve Allen escribió su primera novela Meg: A novel of Deep terror, inmediatamente se pensó en llevarla al cine. Debido a la competencia con dos películas de temática similar, Alerta en lo profundo y Agua viva (sumado al fracaso financiero de ambas), dieron marcha atrás.
En estos veinte años, se cambió de estudio (originalmente Disney) y pasaron varios directores, entre ellos Guillermo Del Toro, Jan De Bont, y Eli Roth, que hasta llegó a realizar algunas escenas.
Finalmente un dato sería clave para la concreción: la suma de China como país cabeza de producción, asociada a otro estudio hollywoodense.
Hace años que el país asiático viene siendo el salvador de taquilla de muchos tanques cinematográficos. Películas como Warcraft o Titanes del Pacífico se salvaron del fracaso gracias a las enormes recaudaciones en ese país. Ahora la novedad es que junto a la reciente Rascacielos pasa a ser el país de origen, sumando a la meca estadounidense en segundo orden.
¿Quién se quedó finalmente con la silla del director? Ese es el otro dato de color de Megalodón: precisamente un eterno acreditado de Disney, que luego de un largo reposo vuelve a la cancha en otro terreno.
Un director bajo la superficie
El nombre de John Turteltaub puede traernos a la memoria todo tipo de películas; todas, o su mayoría, éxitos de grandes presupuestos en los más variados géneros. Desde Jamaica bajo cero a La leyenda del tesoro perdido 1 y 2, pasando por Mientras dormías, Mi encuentro conmigo, Instinto, o Fenómeno.
Una carrera variada, pero ninguna lo había acercado a algo como Megalodón; abiertamente un homenaje a las películas de escualos, respirando estilo Clase B.
Estos dos datos, China y el director de El aprendiz de brujo y Último viaje a Las Vegas, resultan fundamentales a la hora de valorar Megalodón.
En principio, la locación de las novelas se cambió a aquel país, y hay mucho en Megalodón que nos recuerda al cine de kaijus japonés. El monstruo que presenta la película perfectamente podría integrar -por peso e historia- un universo como el de Godzilla o Mothra. China siempre quiso tener sus propios kaijus, en cine y en TV, quizás esta sea la oportunidad.
Por el otro lado, Turteltaub toma la novela de Allen, adaptada al guion por Jon Hoeber, Erich Hoeber (ambos de Red 2 y Battleship), y Dean Georgaris (El embajador del miedo); y la lleva a su propio mundo.
Turteltaub es un director de cine familiar, y esa es la sensación que deja Megalodón. Una historia que respira estilo Clase B, que homenajea a películas de bajo presupuesto, o films malditos como las secuelas de Tiburón. Pero revisada como un espectáculo que privilegia la acción y la aventura por sobre la sangre, que despliega un alto presupuesto y se nota, aportando una buena dosis de humor blanco.
Megalodón corre el riesgo de ser una mezcla de muchas cosas (Eli Roth fue corrido por querer hacerla más terrorífica, sexual y sanguinaria, al estilo de Piraña 3D); y su mayor virtud es hallar el equilibrio para que todo salga bien.
Moby Statham Dick
En las profundidades del Océano Pacífico, un grupo de investigadores subvencionados por el millonario Morris (Rainn Wilson) que planea presentar un gran espectáculo en esa plataforma, se encuentran con un inconveniente durante su misión.
Los exploradores se cruzan con un animal marino que creían extinguido en la prehistoria, el Megalodón del título; el tiburón más grande de la historia.
Luego de que el primer rescate fracase, deciden ir en búsqueda de un rescatista, Jonas Taylor (Jason Statham) que parece ser el hombre adecuado (o no) por dos cuestiones: su ex esposa (Jessica McNamee) es una de las exploradoras atrapadas, y él mismo asegura haberse enfrentado en el pasado a un megalodón.
Entre todos deberán rescatar a los extraviados e impedir que el tiburón emerja a la superficie.
El guion es simple y presenta tres actos bien diferenciados. Quizás sea el segundo de ellos el que más se resienta en esta idea de aportar más aventura que sangre. El espectáculo visual es grande, está pensado para aprovecharse en pantallas gigantes como el IMAX y en el formato 3D que arroja varias cosas sobre la pantalla.
Abundan los clichés, los lugares comunes, los personajes que están ahí en función de la historia, y hasta muchas líneas de diálogos y situaciones imposibles. Lo positivo es que nunca se asume en serio, por lo que todo lo anterior pasa a ser una virtud.
Jason Statham es duro, en todo sentido, pero despliega carisma convirtiéndose en el ideal para su personaje. Su química con Li Bingbing es nula pero, nuevamente, funciona en el contexto de lo que presenta. Lo mismo puede decirse de personajes como Zhang (Winston Chao), la típica voz de la conciencia y emotividad, o DJ (Page Kennedy), el comic relief. No resultan creíbles, son efectivos para Megalodón.
En Megalodón el ritmo es frenético y se ve siempre con una sonrisa. Mezcla Moby Dick, con Jurassic Park, Sharknado, Tiburón: La venganza, Alerta en lo profundo y Piraña; y entre todo eso sale algo que funciona muy bien sobre lo que fuimos a buscar.
Turteltaub le aporta dimamismo, ritmo, y hace que la película se vea como una gran pochoclera. No importa que su estilo vaya a contramano del guion, esos caminos opuestos, en una diagonal se encontraron.