Un supervillano vence al superhéroe. Situación terrible, porque en realidad un supervillano se define por el superhéroe (y no “viceversa”, porque el superhéroe puede tener que enmendar terremotos o incendios forestales o cosas totalmente aleatorias). Vencer al superhéroe, pues, para un supervillano es casi negarse a sí mismo. Es lo que sucede en “Megamente”. ¿Y qué hace Megamente, el genio criminal? Lo más lógico, crear otro héroe. ¿Y qué pasa en el film? Adivinó: el nuevo “héroe” se vuelve un villano y Megamente, por necesidad, un héroe.
Este mismo año se estrenó un film sutil, bello en su diseño y preciso en su disparate, “Mi villano favorito”, que también colocaba a un supermalvado en el lugar de tener que hacer algo bueno. Y hace unos cuantos años se estrenó la definitiva comedia de superhéroes, la obra maestra “Los Increíbles”. Sin contar con otra obra maestra anterior, “El protegido”. No hay problemas en que las ideas no sean originales, porque desde “La Ilíada” es difícil encontrarlas. El problema es cuando el diseño se ve de modo tan transparente. Lo peor de “Megamente” no es su historia o su guión, sino su absoluta falta de imaginación. La animación parece utilizada sólo para que luzca un 3D que no está utilizado con sentido dramático, sino como una excusa para incrementar el vértigo de algunas secuencias. No es un film vergonzoso (el trabajo de voz en el original inglés les da a los personajes cierta calidez que el guión y el diseño les quitan), pero es mucho menos de lo que muestra la pantalla.