Mejor que nunca presenta el típico concepto dramático de las películas del canal Lifetime con el tratamiento amistoso y positivo de Hallmark.
En este caso una mujer que sufre una enfermedad terminal descubre una manera diferente de llevar su situación personal gracias a los vínculos que forma en una residencia para personas jubiladas.
Todos los tópicos relacionados con la vejez son trabajados desde una óptica más humorística, donde el espectáculo se hace llevadero gracias a la buena química que presenta el reparto.
Diane Keaton, quien ya interpretó roles cómicos de este tipo, conforma un buen equipo con Jackie Weaver (El lado luminoso de la vida) y Rhea Perlam que son artistas con mucho oficio en este género.
Ellas tres especialmente son las responsables de sacar adelante un guión extremadamente previsible.
Gran parte de la situaciones graciosas giran en torno a los achaques físicos de las protagonistas, que sumado al exceso de clichés argumentales representan la gran debilidad de esta propuesta.
El tema con este film es que si no formás parte del target de público específico al que está dirigido (mujeres de más de 60 años), cuesta muchísimo engancharse con la trama y las vivencias que enfrentan los personajes.
El mensaje que intenta expresar la directora Zara Hayes sobre la crisis de la vejez tiene sus buenas intenciones, pero como producción artística no es una propuesta muy inspirada.
A todas estas actrices las pudimos disfrutar en comedias superiores.
De todos modos, tampoco es el desastre que auguraban las críticas norteamericanas y puede resultar un pasatiempo ameno para aquellos espectadores que tengan una conexión generacional con las protagonistas o el conflicto que se plantea.