Melancholia

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Tristeza planetaria

Aunque la comparación sea apropiada más que todo por cierta fotografía à la Kubrick que se dedica a registrar por momentos el inmenso cosmos y sus astros, hay que reconocer que Melancholia no tiene mucho en común con El árbol de la vida de Terrence Malick, con la que supuestamente se hermanaba; donde ésta se vuelve perorata moralista y bajada de línea mesiánica sobre el “sentido de la vida”, Melancholia se torna cuento de hadas distanciado y preciosista, un drama íntimo de ciencia ficción metafísica que sorprende por la ausencia de provocación que caracteriza a Lars von Trier.

Así y todo, el abordaje “autoral” está en todos lados: en la música de Wagner, en la división del filme en dos partes marcadas, en la cámara nerviosa a lo Dogma del comienzo, en el simbolismo casi lírico de ciertos pasajes y en un perverso humor recóndito que crece cada vez más hacia el final, cuando el apocalipsis y el melodrama avanzan a la par.

La historia, en su aspecto más lineal, involucra el casamiento de Justine (Kirsten Dunst), quien a pesar de sus sonrisas devela no pasarla muy bien en la celebración familiar; estado de fragilidad que Von Trier acentúa en los acertados contrastes entre el salón principal de la fiesta y los interiores apagados, sombríos, en donde la heroína se refugia y deja entrever sus ojeras y su costado depresivo.

O, más precisamente, melancólico, que en su clarividencia al percibir el final de todas las cosas (del universo en general pero, en primer lugar, del burgués) la lleva a renunciar a la boda en cuestión.

En la segunda mitad, donde cobra protagonismo Claire (Charlotte Gainsbourg), la hermana más realista y responsable de Justine, se da a conocer que un planeta bautizado Melancholia acecha con embestir a la Tierra. Con él, el malestar de Justine se hace a la vez realidad y metáfora: su sentido de lo irremediable se fusiona con el planeta cercano, conexión que adopta tonos extáticos cuando ella se baña desnuda con la luz del astro.

“La Tierra es mala. Nadie la extrañará”, sentencia una Justine ya serena en pleno in crescendo final, mientras Claire se desespera por la vida de los suyos. La oscura comicidad y la belleza poética de Melancholia redime el patetismo de Von Trier, dotando al filme de frescura y entusiasmo. El fin, claro, es lo de menos.