La búsqueda
En Memoria de la sangre (2017), Marcelo Charras (La Paz en Buenos Aires, Maytland), desanda el camino de una pesquisa épica tras los pasos de Jacques De Mahieu, un refugiado nazi que vivió en Argentina y que forjó un halo de misterio acerca de su relación con la cultura y los libros, entre ellos uno mítico que se ha transformado en una leyenda urbana por mucho tiempo.
En esa búsqueda el “rastreador” va entrevistando a libreros, a los hijos de De Mahieu, y se topa con archivos audiovisuales, y con el mito que va creciendo, envuelto en palabras, en promesas de encontrar la perla que necesita, en elucubraciones y suposiciones.
“A la masa se la mueve más fácil con el mito que con la cultura” dice alguien por ahí, al pasar, casi imperceptiblemente, y Charras, hábil potencia a partir de allí su historia para confirmar que no solo para la sociedad los mitos son elementos vitales para lograr cohesión, sentido, cultura, identidad, sino, también, para configurar la historia pasada como fuente de saber para el futuro.
Al avanzar en la búsqueda, la pesquisa se transforma en tedio, y el rastreador se coloca delante de cámara quebrando justamente la neutralidad que se venía logrando. Allí donde el documental comienza a desdibujarse, a mostrar sus artificios, es en donde Memoria de la sangre termina por evadir su origen y a transformarse en otra cosa, hasta un hecho que puede cambiar una vez más el destino de la propuesta.
Porque cuando los hijos del mito empiezan a cuestionar su objetividad y tal vez, también, la exposición que se hará sobre su vínculo con el nazismo, la película comienza a generar en el espectador la inevitable necesidad que la tarea emprendida se cumpla.
La película habla así de cuerpos ausentes y presentes, de libros, de la sangre como mito fundacional de sentido dentro de la cultura, transformando una experiencia individual de rastreo en algo colectivo y único.
Por momentos el excesivo ruido que la banda sonora lleva a la pantalla hace perder de vista el trabajo de Charras, y en algunos momentos también el poner a todos delante de la cámara, en poco específicos diálogos, que hacen que se distorsione el sentido original de la propuesta.
Así y todo Memoria de la sangre no sólo habla de un libro perdido, o de un refugiado nazi, sino que propone una mirada lúcida sobre la inconsistencia de la memoria, de los espacios de saber, y de la erudición como mero catálogo de conocimiento perdido en la sociedad.
Desde que el rastreador entra en conocimiento de la verdadera existencia del libro buscado, todo se transforma, y la incertidumbre termina por ser una verdad en la que ya no importa tanto el seducir a aquellos que necesita para llegar al objetivo, sino, al contrario, termina por posicionar la pesquisa en una ruta viable para el mito y su entorno.