Inspirada en la vida de Vera Silvia Magalhães, Memorias cruzadas reflexiona sobre pasado y presente de quienes decidieron tomar las armas para enfrentar a la última dictadura militar brasileña.
Ana es el punto de encuentro, musa de un grupo de jóvenes que durante los años sesentas y setentas lucharon contra las fuerzas armadas que gobernaron Brasil. Ahora, ya en su lecho de muerte, ella reúne una vez más, a estos viejos amigos. La espera de la peor noticia sobre la salud de su querida amiga funcionará como excusa para que ellos repasen los hechos y consecuencias de cuando formaron parte de la izquierda radicalizada brasileña. Y que tuvo su mayor hito al secuestrar al embajador estadounidense Charles Burke Elbrick en 1969.
A pesar de que Ana está en cuidados intensivos se hace presente, en casi todo momento, en la memoria e imaginación de sus compañeros de ruta. Y es ella misma, la que se plantea y reflexiona acerca de su vida y si valió la pena todo su devenir.
La directora Lúcia Murat nos trae una obra autorreferencial pero con la particularidad de no glorificar aquellos años en los que ella formó parte de la resistencia al gobierno militar. Contrariamente, funciona como revisionismo histórico de su propia vida y como autocrítica a los defectos y virtudes de su lucha.
Simone Spoladore 5
Otro de los planteos de Memorias cruzadas es sobre los valores de cada generación y de cómo el tiempo hace estragos en las personas. Aquellos guerrilleros que luchaban contra el capitalismo de antaño se han convertido en cineastas, escritores, funcionarios y hasta se podría decir: de clase acomodada. Sin embargo, ahora tienen que enfrentarse a su pasado, a sus consecuencias y a sus hijos, en un Brasil que está intentando reparar los daños de un período donde no hubo lugar para la democracia.
La belleza de film radica en sus formas y en el amor que le profesan a Ana sus allegados. Sin tomar una posición exacerbada, este homenaje a la revolucionaria de izquierda Vera Silvia Magalhães, tiene su mayor virtud en los exquisitos diálogos donde estos compañeros (entre los cuales podemos encontrar al mítico Franco Nero) reflexionan sobre su existencia y su papel revolucionario. La culpa, otro fantasma que ronda entre ellos, parece no ser suficiente para matar las razones que los unen.
Aunque por momentos juega a ser un documental, y a pesar del trasfondo político, el arte le gana a la historia en una película que nos deja pensando en la amistad y en cómo una persona puede ser motor suficiente para inspirar la vida de tantas otras.