¿Cuántas veces hemos visto una película sobre una mujer sola que llega a una idílica mansión campestre en medio de la nada y empiezan a ocurrirle situaciones bizarras, sórdidas o directamente aterradoras? Pues bien, ese es el punto de partida de la nueva película del londinense Garland producida por A24.
La protagonista es Harper (una Jessie Buckley es total estado de gracia), quien se instala en una hermosa casona centenaria para pasar unos días y aparentemente ocuparse de algunas cuestiones de contaduría.
Pero, mientras habla por videoconferencia con su mejor amiga Riley (Gayle Rankin), aparece en escena de fondo un hombre completamente desnudo. La policía lo atrapa, pero será el inicio de una serie de eventos desafortunados que irá desembocando en el más puro body horror a-la-Cronenberg.
La película tiene mucho y buen humor negro (notable aportes de Rory Kinnear como el hilarante locador y luego en varios otros papeles más ominosos), una mirada impiadosa a un tema de moda como la toxicidad masculina, y una imaginería visual propia de ese esteta consumado que es Garland (aplausos también para su director de fotografía Rob Hardy).
Vi la película en la que fue la última proyección de la Quincena de Realizadores en el Festival de Cannes de este año y se siguió con risas, exclamaciones y una ovación final. No podría haber imaginado mejor desenlace.