Men trae de regreso en la cartelera al director Alex Garland, quien en el pasado ofreció buenos filmes como el thriller de ciencia ficción Ex Machina y la subestimada adaptación del cómic de Judge Dredd, protagonizada por Karl Urban.
Tras su paso por Netflix con el fallido homenaje a Tarkovsky en Aniquilación, el realizador vuelve a abrazar la escuelita de cine pretencioso con una propuesta relacionada con el Folk Horror.
Un subgénero que hace más de 40 años brindó películas formidables dentro de la producción inglesa, como Witchfinder General, The Devils, The Wicker Man y la genial The Blood of Satan´s Claws, que en la década de 1970 representaron las expresiones de la contracultura de ese momento.
Eran propuestas jugadas que se animaban explorar temáticas transgresoras que no encontrabas en el cine más comercial de los grandes estudios. En esta cuestión sobresale la primera falencia de la obra Garland, quien no hace otra cosa que elaborar un trillado panfleto feminista con la infaltable crítica a la masculinidad tóxica y el yugo del patriarcado. La intención es noble pero el mismo mensaje lo podemos encontrar en infinidades de películas y series de televisión, debido a que el tópico hoy forma parte de la cultura mainstream. Men hace un esfuerzo descomunal por intentar ser controversial con un comentario social que se siente trillado y que además cuenta con una ejecución superficial, como si buscara competir con el cine de Jordan Peele.
Jesse Buckley interpreta a una joven que atraviesa el duelo por la muerte de su marido y viaja a un pueblo rural habitado por el Club de Amigos de la Misoginia, cuyos integrantes manifiestan actitudes nefastas frente a las mujeres que se cruzan en su camino.
La protagonista es un personaje pasivo y acartonado que se limita a reaccionar frente a las situaciones que la rodean y la trama nunca llegara explorar en profundidad las relaciones de género ni la cultura machista.
Hacia el final Garland conduce su relato por el subgénero del Body Horror a través de un espectáculo gore ridículo que intenta evocar el cine de David Cronenberg y Brian Yuzna (Society) del modo más estúpido posible. Motivo por el cual, más que un film polémico, Men se siente como el berrinche de un mocoso caprichoso que intenta llamar la atención.
El director pretende convertirse en el Ken Russell del 2022 y falla miserablemente como le ocurrió también a Darren Aronofksy en el sin sentido de Mother. Este tipo de cine hoy está mejor representado en las obras de Julia Ducurnoau, que más allá del desquicio de la violencia gráfica brinda relatos que por lo menos abren la puerta a discusiones interesantes. Raw es un claro ejemplo.
De esta producción podemos rescatar algunas secuencias de tensión que son efectivas y la labor de Rory Kinnear, quien contribuye a que el film sea un poco más llevadero. Si lo disfrutaste en la serie Penny Dreadful acá se hace un festín con los machirulos del Club de la Misoginia en una labor donde encarna varios roles.
El resto es para el olvido y el visionado del film se puede postergar tranquilamente para alguna plataforma de streaming.