Entre montañas y planicies, el trabajo y la religión se enlazan hasta confundirse entre sí y atravesar toda la densidad del paisaje del norte argentino a través de una mirada perpleja, impávida, donde lo espiritual y lo físico tienden a ponerse en fuga en cada encuadre. El punto de partida narrativo es Rodrigo, el mensajero de una comunidad puneña que decide abandonar su puesto para ir a trabajar en una salina. Su viaje se funde con la peregrinación que organizan los monjes locales, y ahí es cuando el estilo documental suelta amarras de los recursos más convencionales y se pone a navegar entre lo hipnótico y la alucinación de una serie de parajes en blanco y negro que se convierten en estampas animadas y aplastantes al mismo tiempo. Con una búsqueda expresiva sin concesiones a ninguna sensiblería ni al apunte sociológico simplificado, Mensajero se abisma en la creación de un clima propio para trazar un periplo áspero y sedado por una existencia precaria y magnánima.