Este filme es uno de esos que plantea una disyuntiva esencial ante la proyección. Por un lado, al pertenecer a un género bien establecido con leyes que lo fundan y que generan su disfrute, hay cierto regodeo en algunas situaciones que pueden ser criticadas por los detractores de este tipo de cine.
Por otro lado, en cambio, hay una construcción, principalmente la de Kevin Costner como nuevo héroe de acción (en plan Liam Neeson), que terminan por elevar este producto menor a la categoría de culto.
“Mente Implacable” (USA, 2016), de Ariel Vromen, con guión de Douglas Cook y David Weisberg, surge de una idea simple y a la vez compleja, tras la muerte de un implacable agente de la CIA (Ryan Reynolds), en manos de un siniestro asesino que escuda a un pirata cibernético.
Razón por la cual, un jefe de la agencia (Gary Oldman) decide seguir adelante con un procedimiento descartado anteriormente, y que creó un viejo científico (Tommy Lee Jones), para poder recuperar los últimos recuerdos del fallecido, e implantárselos a otra persona, y así detener la amenaza del “anonymus” (Jordi Mollá).
Ese “otro” al que deciden implementarle los recuerdos (cualquier similitud con la reciente “Inmortal”, también con Reynolds) no es nada más ni nada menos que una máquina de matar llamada Jerico (Costner), recientemente puesto tras las rejas y ubicado en una de las cárceles de mayor seguridad que conozca el hombre.
Cuando se decide que la mente de Jerico será la ideal para implantar los recuerdos, una compleja trama comenzará a avanzar a lugares insospechados en los que la venganza del propio malhechor, más la memoria puesta en él, configurarán el material ideal para que la narración avance.
Si bien el guión trata de construir un verosímil a fuerza de lugares comunes y estereotipos que potencian la acción, adrenalina, dinamismo y efecto necesario, algunos puntos sueltos, como los relacionados al acercamiento de Jerico a la ex mujer del agente Pope (Reynolds), terminan por disolver la propuesta.
Kevin Costner aprovecha al máximo el juego que le proponen, regalando una creíble y contundente actuación como el renegado que se doblega ante las exigencias de la ley y que, en el fondo, sabe que deberá lidiar con otras cuestiones que no hacen al filme en sí mismo.
Siguiendo la línea que abrió hace años Neeson para refundar su carrera, Costner sabe bien que en el último tiempo a fuerza de patada y pelea se está haciendo nuevamente un lugar en el cine, espacio que en la década del noventa del siglo pasado supo conquistar y apropiarse, pero que luego, con algunos bleffs comerciales como “Waterworld” o la imperfecta, vaya paradoja “Un mundo perfecto”, terminaron por sacarlo del éxito que supo tener.
Pero Costner está de vuelta, y Jerico, le posibilita, más allá de la ridícula situación inicial disparadora de la trama, consolidarse como actor de género y volver a las grandes ligas. En un momento de “Mente Implacable” su personaje dice “soy el último vaquero de la ciudad”, y le creemos, porque en esa frase pensada por los guionistas, sabemos que hay una verdad irrefutable e ineludible, una afirmación que le permite trascender un producto correcto, dirigido con sobriedad y también con algunos recursos estéticos interesantes, pero que no deja de caer en algunos errores que le resta fuerza a la propuesta general.