Huele a adaptación adolescente
Futuro distópico, civilización destruída, adolescentes divididos en castas, un refugio idílico al cual escapar, el/la paria que se eleva por sobre el resto y la lucha por derrocar al régimen opresor vigente… todos casilleros tildados obligatoriamente por ese subgénero que han construido las adaptaciones cinematográficas de obras literarias apuntadas al púbico YA, mejor conocido como Young Adult o jóven adulto. Mentes poderosas (The Darkest Minds, 2018), el debut como directora de Jennifer Yuh (animadora de Kung Fu Panda 2 y Kung Fu Panda 3), es el más reciente ladrillo de este muro de distopía ficcional adolescente que desde hace aproximadamente una década satura el cine mainstream.
En esta ocasión una extraña epidemia termina con el 98% de los jóvenes del mundo, aquellos que logran sobrevivir descubren que han desarrollado ciertos poderes considerados una amenaza por parte de la población adulta. Por ese motivo todos los adolescentes son “rehabilitados” en centros de detención -que intentan trazar una débil analogía con los campos de concentración Nazis durante la Segunda Guerra Mundial- y categorizados según sus poderes, que involucran telequinésis, telepatía y un alto coeficiente intelectual, entre otros. En el centro de la historia tenemos a Ruby (Amandla Stenberg), quien es separada de sus padres y llevada a uno de los centros, donde descubre que el suyo es uno de los poderes más potentes, motivo por el cual su existencia corre peligro. En conjunto con un grupo de chicos que lograron escapar, intentarán ponerse a salvo y luego terminar con el régimen.
Dicho planteo narrativo no es en sí peor que los de muchas de las producciones estándar que la pantalla grande tiene para ofrecernos, pero posiblemente su mayor problema sea uno imposible de resolver sin una máquina del tiempo, y es el hecho de no haber sido estrenada hace cinco años, cuando el subgénero aún estaba en ebullición y las producciones de este tipo tenían algún tipo de relevancia, antes de comenzar a apilarse de manera indistinguible.
Stenberg y la troupe juvenil que la acompaña hacen lo que pueden con el material que les conceden, y sus actuaciones son tan buenas como los tropos juveniles se los permiten. Del lado de los adultos Mandy Moore, Gwendoline Christie y Wade Williams tampoco tienen mucha oportunidad de lucirse a través de sus personajes. Cada vuelta de tuerca y cada descubrimiento revelador se perciben de forma tan anticipada que el factor sorpresa brilla por su ausencia en los 105 minutos de película.
Con un desarrollo que sigue paso a paso un camino repetidamente transitado y sin una mínima pizca de frescura para ofrecer algo moderadamente distinto -pero igualmente dejando todo abierto en caso de potenciales secuelas- Mentes ooderosas queda reducida a un tipo de entretenimiento de nicho que sólo puede mantener interés para aquellos fanáticos más fieles.