Fugas y romances
Es cierto que el cine escribe su suerte en la pantalla, pero da la sensación que de todas las películas que podrían haberse de- sarrollado sobre la base de Mentes poderosas, las cabezas creativas eligieron la menos interesante y riesgosa, la más segura y trillada. El de la surcoreana radicada en Estados Unidos Jennifer Yuh Nelson –directora de las últimas dos Kung Fu Panda– es uno de esos films que quiere abarcar mucho pero termina apretando poco, síntoma inequívoco de su carácter introductorio a un universo que, en caso de los números de taquilla respondan, podría expandirse por un buen rato. Esto porque se trata de la adaptación del primer libro de la saga Darkest Minds, escrita por Alexandra Bracken y que hace un par de días sumó su ¡sexto! título al hemisferio norte. Ese origen literario es indisimulable por varios motivos… y ninguno bueno.
El primero es que tropieza con la misma piedra que nueve de cada diez adaptaciones de libros pensados para lo que los norteamericanos llaman Young Adult (jóvenes adultos): incluir una historia romántica a como dé lugar, incluso en un contexto donde todos los agonistas son buscados por el gobierno para exterminarlos. Sin padres, sin casa, sin futuro, sin saber cómo ni por qué pasó lo que pasó y con medio ejército detrás, Ruby (Amandla Stenberg) y Liam (Harris Dickinson) pasan unas horas juntos, se salvan mutuamente y por supuesto se enamoran. Antes hay una larga secuencia introductoria que plantea las coordenadas de este relato en particular y de la saga en general. Seis años atrás, algo ocurrió y mató de muerte súbita al 98 por ciento de los chicos del mundo. Que no se sepa muy bien qué pasó es un enigma que la película mantiene irresuelto porque a) los guionistas se olvidaron ese pequeño detalle o b) porque se develará en alguna(s) próxima(s) entrega(s). La cuestión es que los pocos que sobrevivieron lo hicieron gracias a las virtudes mentales del título.
Reclutados con violencia por el gobierno (un fusilamiento de chicos de espaldas es la única incorrección política que se permite el film), los sobrevivientes son aislados en campos de concentración y divididos según el alcance de sus poderes. Los más “débiles” son los verdes, que son muy inteligentes pero no representan peligro. El problema son los rojos y naranjas, a quienes hay que eliminar porque, por lo que se ve, pueden hacer cualquier cosa, desde mover objetos con la mente hasta manipular pensamientos ajenos. A este último grupo pertenece Ruby, que escapa y vuelve a escapar. Y las cosas se complican todavía más. Escapes y complicaciones: a eso se reduce Mentes poderosas, una película que prefiere la peripecia antes que el desarrollo, el movimiento gratuito en lugar del desplazamiento articulado y coherente de los personajes.