La primera película basada en la trilogía homónima de Alexandra Bracken -2012- se desarrolla en un futuro distópico en el que la mayoría de los niños mueren cuando alcanzan los diez años. El resto es encerrado en un campamento y separados por colores de acuerdo a la "peligrosidad" de sus poderes.
Siguiendo los pasos de sagas pensadas para público adolescente como Los juegos del hambre, Maze Runner o Divergente, la película combina el universo de la ciencia-ficción, el encierro y las persecusiones en un relato que tampoco deja de lado su historia de amor, la búsqueda de la identidad y las traiciones.
Mentes poderosas juega con los poderes telekinéticos, el control sobre la electricidad y otras fuerzas que son incomprensibles para los protagonistas. La joven Ruby -Amandla Stenberg- es una chica de 16 años que se une a un grupo de jóvenes, Liam, Chubs y Zuque, para escapar del gobierno. Quizás lo que falla es la escasa química entre el grupo juvenil, a lo que hay que sumarle una temática vista con anterioridad y desplegada sin intriga ni suspenso.
La idea de una comunidad habitada por jóvenes -como en Maze Runner- donde se acepta la diversidad y la variedad de "colores" , se opone a otro encierro en el que los chicos son utilizados como experimentos de laboratorio.
Lo mejor pasa al comienzo -la idea de la familia disgregada- y tiene algo de acción sobre los minutos finales, pero no deja de ser un filme desangelado que se borrará en breve de la memoria.