No terminamos de entender qué pasó en todos estos años. Separemos las cosas: Siglo XXI y el cine apuntado para adolescentes, pero con contenido profundo y analítico sobre los medios de comunicación, el totalitarismo y la intolerancia a favor de la máquina de hacer rating: Eso es la saga completa de “Los juegos del hambre” (de 2012 a 2016). Todo se dijo ahí. No había más nada hasta que éste año se estrenó “Ready Player One” (Steven Spielberg), que le agrega a esa saga la alienación a un mundo virtual contado en forma de aventura inteligente. Las insinuaciones de los trípticos Maze Runner y Divergente se quedaron en eso. Insinuaciones que podrían haber aportado algo más si no fuese por el facilismo literario en el cual incurren.
Si entramos en un hibrido como “Soy el número 4” (D.J. Caruso, 2011) o algunas series de moda sobre supuestos súper héroes (o gente con poderes, mejor dicho) tal vez nos podamos acercar mejor a un estreno como “Mentes poderosas”. Un espanto por donde se lo mire pero claro, basado en un best seller de Alexandra Bracken que junto con otros autores se inscriben en el género “lunfardo para la generación del WhatsApp”.
Una secuencia inicial narrada por Ruby (Amandla Stenberg), la protagonista, nos pone en situación. Los chicos de repente adquirieron poderes que el gobierno decidió clasificar en pibes inteligentes, pibes con poderes tele-kinésicos, otros que controlan la electricidad, y luego los que son más peligrosos. Todos divididos en colores como si fuese un jardín de infantes: Salita verde, celeste, amarillo, naranja y rojo.
Esta pavada fenomenal está secundada por un mundo semi-apocalíptico en el cual el propio gobierno decide poner a los pibes en una especie de campo de concentración para hacer trabajos forzados. La escena de un milico acosando a la protagonista para que aprenda a pasar los cordones de una bota militar ya debería formar parte del museo del ridículo. Es preferente no seguir adelante con el resto por respeto a los desprevenidos que vayan al cine, aunque, realmente, revelar todo lo que pasa en la película en este caso se siente como un servicio a la comunidad porque la plata en la boletería no se devuelve.
Ahondar en las interpretaciones sería cruel. ¿Qué proyecto de actor o actriz de 15 o 16 años no quisiera estar en esta producción? De ellos no es la culpa. “Mentes poderosas” es como ver X-Men con el presupuesto de “Odol pregunta”. Debe ser por eso que uno a la mitad de la proyección tiene ganas de gritar: ¡Volvé Cacho!
No terminamos de entender qué pasó en todos estos años. Separemos las cosas: Siglo XXI y el cine apuntado para adolescentes, pero con contenido profundo y analítico sobre los medios de comunicación, el totalitarismo y la intolerancia a favor de la máquina de hacer rating: Eso es la saga completa de “Los juegos del hambre” (de 2012 a 2016). Todo se dijo ahí. No había más nada hasta que éste año se estrenó “Ready Player One” (Steven Spielberg), que le agrega a esa saga la alienación a un mundo virtual contado en forma de aventura inteligente. Las insinuaciones de los trípticos Maze Runner y Divergente se quedaron en eso. Insinuaciones que podrían haber aportado algo más si no fuese por el facilismo literario en el cual incurren.
Si entramos en un hibrido como “Soy el número 4” (D.J. Caruso, 2011) o algunas series de moda sobre supuestos súper héroes (o gente con poderes, mejor dicho) tal vez nos podamos acercar mejor a un estreno como “Mentes poderosas”. Un espanto por donde se lo mire pero claro, basado en un best seller de Alexandra Bracken que junto con otros autores se inscriben en el género “lunfardo para la generación del WhatsApp”.
Una secuencia inicial narrada por Ruby (Amandla Stenberg), la protagonista, nos pone en situación. Los chicos de repente adquirieron poderes que el gobierno decidió clasificar en pibes inteligentes, pibes con poderes tele-kinésicos, otros que controlan la electricidad, y luego los que son más peligrosos. Todos divididos en colores como si fuese un jardín de infantes: Salita verde, celeste, amarillo, naranja y rojo.
Esta pavada fenomenal está secundada por un mundo semi-apocalíptico en el cual el propio gobierno decide poner a los pibes en una especie de campo de concentración para hacer trabajos forzados. La escena de un milico acosando a la protagonista para que aprenda a pasar los cordones de una bota militar ya debería formar parte del museo del ridículo. Es preferente no seguir adelante con el resto por respeto a los desprevenidos que vayan al cine, aunque, realmente, revelar todo lo que pasa en la película en este caso se siente como un servicio a la comunidad porque la plata en la boletería no se devuelve.
Ahondar en las interpretaciones sería cruel. ¿Qué proyecto de actor o actriz de 15 o 16 años no quisiera estar en esta producción? De ellos no es la culpa. “Mentes poderosas” es como ver X-Men con el presupuesto de “Odol pregunta”. Debe ser por eso que uno a la mitad de la proyección tiene ganas de gritar: ¡Volvé Cacho!