MODELO REPETIDO E INEFECTIVO
Con el furor por la saga de Harry Potter, pero principalmente con los sucesos de franquicias como Crepúsculo y Los Juegos del Hambre, en Hollywood se disparó una fiebre de adaptaciones de propiedades literarias destinadas al público caratulado como “joven adulto”. De hecho, también comenzaron a proliferar series de libros que ya estaban pensadas claramente para eventualmente saltar al cine, en un proceso de retroalimentación que por ahora no se detiene, aunque exhiba unos cuantos límites: es que por cada éxito (moderado) como Maze runner, hay fracasos en toda regla como La quinta ola.
La maquinaria no se detiene y Mentes poderosas viene a ratificarlo, aunque en el peor sentido. La acumulación ya lleva a que prevalezca la sensación de estar siempre viendo la misma película, una y otra vez, con algún tipo de planteo sociológico de tipo distópico; organizaciones malignas o bondadosas, pero siempre con nombres muy explícitos; jóvenes perseguidos pero destinados a romper con lo establecido a través de procesos seudo-revolucionarios; y estructuras episódicas y definitivamente desparejas, donde se detectan demasiados pasajes de relleno. En este caso, tenemos una especie de epidemia que mata a la mayoría de los niños, aunque una minoría sobrevive adquiriendo distintos poderes, que van desde la súper inteligencia hasta el manejo de electricidad, pasando por habilidades definitivamente letales. Hay una sociedad que pasa a mirar a los niños con temor; un gobierno que ejerce el control y la opresión a través de clásicos campos de concentración; y claro, la protagonista (Amandla Stenberg, quien ya venía de la espantosa Todo, todo) que tiene poderes mentales, escapa de uno de esos campos gubernamentales y emprende una huida que la terminará llevando a cruzarse con un grupo de amigos, conocer el amor, quedar en el radar de organizaciones con misteriosos intereses y chocar con su destino heroico. Y si ya todo esto suena a una mezcla un tanto forzada de X-Men, Maze runner y hasta Harry Potter en clave pandémica, la ejecución no es precisamente auspiciosa.
Y es una pena, porque la directora Jennifer Yuh Nelson había demostrado en Kung Fu Panda 2 y 3 que podía hilvanar historias vibrantes y a la vez sensibles, donde el color y el movimiento juegan roles fundamentales; y el productor Shawn Levy contaba entre sus antecedentes con la gran serie que es Stranger things y la trilogía de Una noche en el museo. Pero en Mentes poderosas solo hay un relato impersonal, calculado al extremo pero aún así plagado de agujeros en el argumento –toda la parte de la supervivencia y el escape del campo de concentración es absolutamente inverosímil- y una constante sobreexplicación de todo lo que va sucediendo.
El film termina siendo una ilustración a reglamento del material literario, con personajes sin recorridos consistentes, una puesta en escena chata (es llamativa la carencia de fisicidad y vértigo en las escenas de acción) y giros muy previsibles, que dejan demasiado en evidencia la intención de darle el puntapié inicial a una franquicia. Sin embargo, hasta el propio estudio Fox se dio cuenta de las carencias de la película, a la que le soltó la mano a la hora de su lanzamiento. Mentes poderosas parece destinada al fracaso y eso no deja de ser una buena noticia, aunque difícilmente Hollywood deje de producir estas películas en piloto automático.