Encuadrada en el género de thrillers financieros, tan de moda en los turbulentos tiempos económicos que se viven mundialmente (tal cual lo reflejaba el filme “Margin call”), este segundo filme del joven cineasta Nicholas Jarecki (cuya ópera prima fue un documental) nos sumerge en la agitada vida de un acaudalado hombre de negocios, sinónimo de éxito y reconocimiento.
Robert Miller (Richard Gere) vive su vida de lujo, con su amada esposa (Susan Sarandon) y con una familia numerosa de hijos y nietos.
Pero toda esa pantalla no logra distraer a Robert de su urgente necesidad de lograr un objetivo: requiere perentoriamente vender su imperio a un gran banco antes de que salga a la luz que ha cometido fraude con los fondos de su empresa. Miller busca vender su emporio antes de que las cifras queden expuestas, al tiempo que mantiene un romance con una galerista de arte francesa (Laetitia Casta).
Como si la cuestión monetaria no fuese suficiente conflicto, se agrega que su amante le reclama constantemente su atención, y arriesgará los planes del empresario, dado un inusitado accidente que modificará su existencia de un día para otro.
El guión se desarrolla ágilmente y se complica con una subtrama policial, incluyendo diálogos atrapantes y generando un importante suspenso por ver cómo se las arreglará este magnate que tiene la soga al cuello, y al que no le importa involucrar, si es necesario, hasta su propia hija (Brit Marling).
Gere le imprime su característico sello de galán maduro, lo que le permitió recibir (exageradamente) una nominación a los Globos de Oro por su correcta actuación.
Completa el elenco central Tim Roth, como un “sabueso” policía a cargo de una investigación que envolverá aún más al protagonista, complicándolo.
Se deja ver, ya que entretiene y está bien fotografiada en paisajes neoyorkinos principalmente.