Una inquietante fábula moral
En los últimos tiempos -sobre todo desde la profunda crisis que afectó a bancos y consultoras-, Hollywood ha incursionado con bastante frecuencia y con no pocos hallazgos en el thriller financiero. Este debut en el largometraje de ficción de Nicholas Jarecki es un entretenido y cuestionador retrato sobre la codicia y el cinismo imperantes en el mundo de los grandes negocios de Manhattan, pero al mismo tiempo deja la sensación de haberse quedado a mitad de camino, que por todos sus logros en el planteo inicial el resultado final podría haber sido aún más profundo y provocador.
El protagonista del film es Robert Miller (Richard Gere, en uno de los mejores trabajos de su carrera), un "dios" de las finanzas que -en una de las primeras escenas- celebra sus 60 años rodeado de su amplia familia. Pero a los pocos minutos veremos que no todo lo que reluce (y Gere y su personaje relucen en pantalla) es oro. Robert ha fraguado los números (léase decenas de millones de dólares) de su corporación para poder venderla antes de irse a la quiebra, le miente a su hija y eficaz discípula en la empresa (Brit Marling), engaña a su esposa (Susan Sarandon) con una joven artista plástica francesa (Laetitia Casta) y terminará envuelto en un caso policial que será mejor no revelar.
La película es bastante minuciosa, inteligente y creíble a la hora de describir con unos cuantos detalles de color los secretos, mentiras y tentaciones que surgen a toda hora en las altas esferas del poder económico, pero justo cuando el film empieza a ganar en esas contradicciones y matices que enriquecen todo relato cede a la tentación de ponerse un poco demagógico, de subrayar el cinismo (que alcanza también a detectives y jueces) y la hipocresía de una clase alta que intenta salvar sus pecados y tapar su culpa con, por ejemplo, millonarias galas de caridad.
Para ser un guionista y realizador de muy escasa experiencia, el trabajo de Jarecki -hijo de reconocidos financistas y filántropos- resulta más que valioso tanto en la dirección de actores (tuvo un elenco de lujo) como en el terreno narrativo y visual (contó con la colaboración de un notable fotógrafo como el francés Yorick Le Saux). Se le podrá pedir mayor profundidad en la construcción psicológica de los personajes y un desenlace un poco menos obvio, pero aun con sus carencias, Mentiras mortales es una fábula moral que seduce