El monstruo llamado "crisis del sistema financiero" ha lanzado variados hijos cinematográficos. Estados Unidos, centro neurálgico de la debacle mundial de esa burbuja, viene entregando furiosos alegatos al respecto. Es interesante que estas películas surjan desde Hollywood, y no de sus márgenes, porque es claro que esta ruleta de malversación tocó demasiadas puertas. Tenemos films que enfrentan directamente con el tema y otras que apenas lo usan de excusa para encontrar un enemigo común. De esos que duelen pero no tanto (ver sino el fracaso de todas las películas de Irak o terrorismo) porque después de todo, ese infame monstruo destructor que se alimenta de un poco de "éxito" y de mucho "dinero", también es parte del sueño americano al cual aspiran los que odian a esos mercaderes por ser millonarios.
Arbitrage recibe el lamentable subtitulado de Mentiras Mortales (!). El término original se refiere a una jugada financiera donde se toma ventaja de la existencia de diversos valores en diferentes mercados, para ganar más o minimizar el daño: una perfecta definición de la película. Robert Millar (un sesentón Richard Gere) es un exitoso empresario, gurú de mercados, tiene una familia ideal y obviamente, es multimillonario. Eso nos dibuja el film de Jarecki en los primeros momentos, pero nosotros sabemos (y deseamos) ver el reverso. Sabemos cómo funciona, y como siempre, miramos. ¿Qué vemos? Un hombre que estafa para vender su empresa en bancarrota, tiene una joven amante, manipula y desprecia sin vergüenza. Ese es nuestro antihéroe que en un intenso recorrido debe lidiar en todos los flancos posibles, siempre al borde de una derrota que no queremos que suceda.
El detonante de la historia es que en medio de la venta de su corporación un accidente con su amante traerá al aparato judicial en su contra. No es justicia, es otro "sistema" que también es ajustable, la cárcel se negocia en búsqueda del menor costo. A raíz de ese acontecimiento criminal sucede lo más interesante de la película: para poder ocultar su responsabilidad, Millar pide ayuda a un afroamericano de pocos recursos de Harlem (que está en deuda con él). Aquí es donde uno debe detenerse, porque este hombre es el parámetro ético que nos propone el director, un hombre que aún tiene códigos. Al problema con la policía (con un Tim Roth por momentos excedido) se suma el conflicto familiar, principalmente con su hija que todavía lo ve idílicamente. Su mujer (Susan Sarandon) entiende como funciona el juego y es la única que está a la altura de la competencia, por eso sabe pegarle donde duele. La partida se llama quebrar a Millar. La suma de acontecimientos por momentos se siente forzada, pero cuando uno se subió a la travesía de Gere, se deja llevar por su herido antihéroe. Un film que resulta interesante debido a que las decisiones éticas y personales de Millar dejan sitio para reflexionar acerca de que lado elegimos como espectadores.