Una cosa de la tierra
Documentar la vida y obra de Mercedes Sosa es una difícil tarea, porque como informa el director Rodrigo Vila, “es tan rica que es tan ficción como documental”. Y de hecho, la película Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica (2013) se concentra más que en la vida o en la obra, en el legado mítico y popular del paso de la cantante por este mundo – o más bien, por Latinoamérica. La Negra es recibida y celebrada alrededor del mundo, pero si como dice ella “el pueblo es el autor de la canción”, está intrínsecamente conectada a su tierra.
El documental, filmado a partir del fallecimiento de Mercedes Sosa a lo largo de tres años, sigue a su hijo Fabián Matus en una gira en la que se entrevista con los conocidos de su madre, desde viejos compinches de su nativa Tucumán, pasando por los amigos que la recibieron durante su exilio en Europa (donde se acuñó el honorario “Voz de Latinoamérica”) y una amplia selección de artistas latinoamericanos con los que compartió shows, grabaciones e historias: Pablo Milanés, Milton Nascimento, Teresa Parodi, León Gieco, Fito Páez y Charly García, entre muchos otros.
¿Cómo se define entonces el legado de Mercedes Sosa? El documental mete mano a todas las opiniones, por más incoherentes que sean, acaso para construir un tótem increíble de la artista. De ella alguien dice que es la Edith Piaf de Latinoamérica. Otro dice que es la Ella Fitzgerald. O la Joan Baez. ¿Es folklore o no es folklore lo que canta? Aún sobre este punto no todos están de acuerdo, por más que la respuesta parecería ser obvia.
El único argumento coherente que el documental presenta es que Mercedes Sosa fue y sigue siendo la epónima voz de Latinoamérica. ¿Por qué este juicio? Sus canciones lamentan el genocidio del toba y las guerras que pisan fuerte (se las oye de a fragmentos a lo largo de la película), pero la alegoría continúa al ilustrarse su vida: Nacida donde “todo era pobrísimo”, madre adoptiva de la poesía de la artista suicida Violeta Parra, censurada por “comunista” en 1965, reprimida ya en épocas de Dictadura con una carta que dice “Reflexione” (se ve el documento horrendo), encarcelada por su arte militante, exiliada de su tierra y finalmente de regreso en vísperas del advenimiento de la democracia, la vida de Mercedes Sosa está a la altura de su obra.
Los instantes finales de la película construyen astutamente una imagen moderna de La Negra, grabando junto a René Pérez de Calle 13 y entrevistando a un emocionadísimo Abel Pintos, que la recuerda con lágrimas que hasta entonces no se han visto en los rostros de los otros artistas. Tanto mejor, en cuanto despierte el interés por Mercedes Sosa en las generaciones más jóvenes, y su vida y obra permeen el paso del tiempo. La película es un digno tributo, como dice su director, “linda o fea pero necesaria”.