Abrazo de gol
Con una animación sublime para la industria cinematográfica nacional, Metegol definitivamente llama la atención de movida, animando y entusiasmando al espectador por su bella y colorida estética.
Campanella, astuto y “bicho” como ningún director argentino, sabe lo que hace y cómo conquistar al público. Por algo supo cautivar al mundo con El Secreto de sus ojos obteniendo un muy merecido Oscar como mejor película de habla no inglesa. Y aquí, construye un universo en donde el entretenimiento, la chispa, los valores y las costumbres criollas se conectan, encajando a la perfección una pieza con otra.
Para acentuar aún más las tradiciones de nuestro país, el creador de Luna de Avellaneda mezcla los mismos elementos que vimos en este film de 2004, jugando e involucrándonos a través de la sencillez y la cotidianeidad que vive el argentino, el porteño cuando se reúne en un bar, con gente de confianza, de barrio. A esto le agrega un metegol, y para emparentarlo todavía más con lo popular lo presenta a la vieja usanza, es decir, de plomo como solían ser antiguamente estos mini estadios de juego. Y como frutilla del postre e ingrediente quizás más bien comercial (si se permite el término) o atrayente, parece recrear el asunto con una especie de baño lúdico/carismático a los personajes similar al que adquieren los juguetes en la trascendente Toy Story.
Entonces se hace presente la historia de Amadeo, un joven tímido, introvertido, con una habilidad extraordinaria para desempeñarse en el metegol. Invencible. Como todo bonachón y protagonista suele tener un rival, un muchacho tan vanidoso como detestable al que suelen llamar “El Grosso”. Este, al perder en un enfrentamiento con nuestro intérprete principal, jura vengarse al regresar al pueblo años más tarde desafiándolo a un partido de fútbol sin palancas ni jugadores de plomo… un duelo real, sobre el verde césped.
Metegol oficia y funciona tanto para chicos como para adultos, brindando un espectáculo en el que la narración resulta ágil, por momentos graciosa (se pueden evidenciar algunos pequeños baches en algunos diálogos), con arquetipos minuciosamente edificados desde sus frases y conductas (por ejemplo El Beto, típico argentino agrandado, canchero, el “loco lindo”), con el plus de poseer marcadamente un mensaje moral, una nota de lealtad, compromiso, superación y, por si fuera poco, el amor como impulso motivador de acciones.
Campanella lo hizo otra vez.
LO MEJOR: la animación, la calidez y el carisma de los personajes. El sello del director, la mística que le imprime. Los valores que involucra la historia.
LO PEOR: puede que no resulten del todo cómodos únicamente los doblajes de los sujetos más pequeños de la narración, en los primeros minutos del film.
PUNTAJE: 8