Jugadores eran los de antes
Con el estreno de "Metegol" había muchas expectativas: es la película más cara de la historia del cine nacional (20 millones de dólares), tardó cuatro años en terminarse y el director es Juan José Campanella, el realizador argentino con mayor proyección internacional. ¿Está "Metegol" a la altura de su millonaria producción y de tanta movida publicitaria? La respuesta es una de cal y otra de arena.
En primer lugar hay que señalar que técnicamente "Metegol" es impecable, lo que puede resultar una sorpresa para muchos. La película está en condiciones de competir con cualquier producción de los grandes estudios de Hollywood que llevan años perfeccionando el género de la animación. Este es un gran punto a favor. Otro gran acierto es tomar (y revalorizar) un tema que nos es tan propio como el fútbol. Así se ubica bastante lejos de convertirse en una mera copia de un producto de Pixar (aunque las referencias a la saga de "Toy Story" son inevitables).
La historia ubica en el centro de la escena a Amadeo, un chico tímido que sólo se destaca jugando al metegol en un bar de un pequeño pueblo, y por otro lado están los muñequitos del metegol, que (sin muchas explicaciones) cobran vida cuando aparece un villano que amenaza su supervivencia. Los arquetipos de los jugadores están muy bien logrados: desde "El Beto", que habla en tercera persona cual Maradona, hasta "El loco", que recupera con candidez ese espíritu amateur y lúdico del fútbol. En la interacción de los muñequitos hay espacio para el humor, la sátira y la aventura, y entre todos se llevan puesta la película. En contrapunto, el personaje de Amadeo queda deslucido: le falta gracia, le falta personalidad y nunca transmite la emoción que se espera, ni en su historia de amor con la chica ni en su relación con sus amados muñecos del metegol. Esto le quita fuerza a la película, sobre todo en el tramo final, cuando "los humanos" se tienen que poner la gesta heroica al hombro.
Las voces de los actores argentinos también juegan a favor de los diminutos jugadores: Pablo Rago y Fabián Gianola cumplen muy bien con sus papeles, aunque el mejor es Horacio Fontova, que logra un tono menos impostado. Diego Ramos no defrauda en la voz del villano, mientras que "los buenos" sufren la falta de brillo que caracteriza a sus personajes.
Más allá de los desajustes en la historia, Campanella logra imponer su sello en "Metegol" con un aire nostálgico que remite a "Luna de Avellaneda". La película no oculta su mensaje crítico con el fútbol hiperprofesional y sponsoreado de la actualidad y su exaltación del fútbol de otras décadas (50, 70). Pero es una nostalgia saludable, feliz, que se aleja de los efectos lacrimógenos.