Metegol

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

La épica de los antihéroes

Igual que ocurre con el fútbol, el estreno de Metegol, la apuesta más ambiciosa de la animación vernácula hasta la fecha, dividirá las aguas con el público y la crítica en dos sectores: aquellos resultadistas que seguirán atentamente los números de taquilla, compararán estadísticas y tal vez maliciosamente busquen paralelismos frente a otras producciones comerciales de similar envergadura, en contraposición a los que simplemente disfruten y valoren la pasión y las ganas de jugar en las grandes ligas, aspecto que Campanella y equipo conservaron desde el primer minuto hasta el último para construir esta película en 3D con el mismo rigor profesional que cualquier film animado de alta calidad y con la conciencia tranquila de que estaban haciendo lo mejor que podían sin traicionar ideas, identidad, creatividad y ese plus de picardía propio de los que sueñan hazañas imposibles.

El salto cualitativo de Metegol ante cualquiera de las películas animadas argentinas -e incluso latinoamericanas- es irreprochable y notable porque al conocer las limitaciones propias de la tecnología en un aspecto muy técnico llamado renderización se las han ingeniado lo suficiente para explotar los recursos con los que se contaba, agudizando la capacidad para crear escenas y situaciones con un fuerte despliegue dramático más que desde el impacto visual en sí mismo.

Por otra parte, si bien el germen del proyecto descansa en el cuento Memorias de un wing derecho de Roberto Fontanarrosa, el relato logra equilibrar el folcklore futbolero gracias al aporte en el pulido del guión del escritor Eduardo Sacheri (junto a Juan José Campanella y Gastón Golari) con el prototípico basamento de la comedia costumbrista que rescata valores y nostalgia, muy propios y ligados al director de El secreto de sus ojos (2009).

La épica de los antihéroes es uno de los pilares de todas las películas del realizador argentino ganador de un premio Oscar y el ejemplo más cabal que se conecta intertextualmente con Metegol no es otro que el de Luna de Avellaneda (2004), que aparece en la figura del protagonista Amadeo (Voz de Damian Masajnik), quien a modo de racconto narra a su hijo en el presente de la historia un relato con tintes de fábula y -enseñanza o moraleja incluida- que forma parte del corazón de esta aventura en la que unos jugadores de Metegol cobran vida y ayudan a recuperar la dignidad a los habitantes de un pueblo que defiende su identidad ante el invasivo progreso y la avanzada capitalista de un desalmado jugador estrella, hedonista y arrogante (voz de Diego Ramos) que regresa al lugar que lo vio partir en su adolescencia hacia el estrellato para destruir todo vestigio del pasado; todo rasgo de grandeza de hombres comunes como Amadeo o Laura (voz de Lucia Maciel) devenida heroína dentro de la misma estructura épica.

Lo nuevo versus lo viejo; lo imperfecto y vital frente a lo perfecto y sin alma son elementos presentes en la trama de Metegol, sumado también una fuerte presencia de la argentinidad (habrá que ver cómo se las ingenian los demás países para traspolar localismos) o rasgos costumbristas propios del pueblo pequeño que van a encontrar su universalidad en cualquier parte del planeta.

Personajes arquetípicos, más que estereotipos animados, forman parte de una galería variopinta donde no falta el jubilado, el gallego, el emo, el gordito simpaticón, el cura y la lista podría extenderse.

Sin embargo, a la hora de pensar a las estrellas del film que no son otros que los jugadores de plomo, la elección de casting fue más que acertada y cada uno aportó desde su actuación una serie de elementos distintivos de personalidad que se ajustan perfectamente a la representación visual. El trío de los verdinegros encabezado por el Capi (voz de Pablo Rago), el Beto (voz de Fabián Gianola) y el Loco (voz de Horacio Fontova) a quienes se suma luego el Liso (voz de Miguel Ángel Rodríguez) conforman lo mejor del film y son los encargados de aportar el dinamismo complementario para cada escena desde lo compositivo hasta el remate justo en el gag o chiste verbal relacionado casi siempre a la mística deportiva. En cada uno de ellos, con un leve esfuerzo de memoria del espectador adulto, se pueden encontrar reminiscencias de jugadores de fútbol como Tarantini, Luque o Riquelme cuando habla en 3ra persona igual que el Beto.

En conferencia de prensa, los propios protagonistas explicaron que la técnica utilizada en Metegol difiere de la estándar para las películas animadas, donde se agrega la voz a la imagen y se adapta a las características del actor cada personaje. En este caso, ninguno de los participantes tuvo contacto con el dibujo sino que actuaron las escenas y fueron filmados con diferentes cámaras en ese proceso para luego llevarlas a la animación por lo cual el riesgo a que la empresa no alcanzara el resultado esperado en pantalla una vez finalizada la tarea de los más de 50 dibujantes era mucho mayor e irreversible tratándose del presupuesto mega millonario en juego.

No obstante, a la altura de los resultados y del conjunto todos estos datos informativos resultan anecdóticos porque lo que debe decirse es que Metegol es una muy buena película no solamente por sus atributos técnicos sino porque dosifica en buenas proporciones todo lo necesario para no cansar al espectador con exhibicionismo gratuito en pos de la historia que mezcla humor, drama, acción y apuntes cinéfilos como el del comienzo en claro homenaje a 2001, Odisea del espacio (1968) o a la escuela Pixar en relación al contraste y choque de mundos en un mismo contexto por no citar una referencia tan obvia como la saga Toy Story (cabe aclarar que ya el cuento de Fontanarrosa desarrollaba la idea de los jugadores de metegol de un club que cobraban vida) en un universo campanelliano de la A a la Z.

Y todo ese valor cinematográfico se resignifica y sobredimensiona al tener presente el desenlace de la película que por razones obvias no revelaremos aquí, simplemente basta mencionar que permite varias lecturas y ya eso es suficiente para una propuesta de estas características.

El único obstáculo que se le presenta al film de cara a su estreno y futuro desempeño comercial tanto en el ámbito local como puertas afuera obedece al target femenino que posiblemente no adscriba con tanto entusiasmo el código futbolero por excelencia, que es el corazón fundamental de esta épica de antihéroes, donde se pueden dar vuelta los partidos chivos tan sólo con apelar al trabajo en equipo y en pos de un objetivo en el que no importe el exitismo triunfalista o la individualidad exacerbada cuando detrás de eso no hay nada más que una cáscara artificial y carente de sustancia, condenada al olvido mientras que sigan existiendo los valientes que se jueguen por lo que sienten y lo hagan sin miedo al fracaso.

Larga vida a esos irremediables gambeteadores de lo convencional.