Agrietando algunos esquemas
Hay films que están destinados al malentendido, que luego se transforma en prejuicio y desprecio por anticipación, y el de Mi abuelo es un peligro es un ejemplo que podría ser emblemático. Ya con el título que le pusieron para su estreno en la Argentina le alcanzaría, pero el título original -Dirty grandpa- tampoco es gran cosa, y si a eso le sumamos un Robert De Niro que últimamente viene barranca abajo, la presencia juvenil de Zac Efron y un tráiler donde lo que prevalecía era la grosería permanente, todo estaba servido para la subestimación. Los críticos -tanto en Estados Unidos como en la Argentina- actuaron en consecuencia, destrozándola sin miramientos.
Lo cierto es que Mi abuelo es un peligro merece una visión más cuidadosa y relajada, alejada aunque sea un poquito de las conclusiones fáciles. Si observamos con algo de atención, notaremos que el director es Dan Mazer, realizador de Les doy un año pero también coguionista de Bruno y Borat. De ahí que sea lógico el juego permanente con lo chabacano, escatológico y políticamente incorrecto a lo largo de todo el relato, con una catarata de chistes explícitamente enlazados con lo homofóbico, racista y machista. Lo mismo con se puede decir respecto a la estructura de road movie, con el abuelo Dick (De Niro), recientemente viudo, prácticamente forzando a Jason (Efron), su correcto y acartonado nieto abogado a punto de casarse, a acompañarlo en un viaje a Florida destinado esencialmente a enfiestarse en grande aprovechando el contexto de los spring breaks juveniles.
La premisa del viaje es un trampolín para que el film escrito por John Phillips adquiera en su primera mitad características ciertamente anárquicas, acumulando situaciones con poca relación entre sí, pero que funcionan para ir afianzando el vínculo entre los protagonistas y presentar una galería de personajes que en unos cuantos casos se afianzan en el sinsentido, o más bien, en un sentido no precisamente predecible. Ahí tenemos por ejemplo al insólito vínculo entre el comerciante/narcotraficante interpretado por Jason Mantzoukas y los policías encarnados por Mo Collins y Henry Zebrowski, con su naturalización del delito; o Lenore (Aubrey Plaza), una ninfómana de campeonato deseosa de coger a todo trapo con Dick. En todo ese pasaje, los objetivos de Mi abuelo es un peligro parecen ser darle rienda a un De Niro desatado -casi actualizando al Bob Patiño que parodiaba al Max Cady de Cabo de miedo- y un Efron cuyo personaje hace un tránsito donde pasa de ser el chico Disney de High School Musical al muchacho descontrolado de Buenos vecinos.
Donde Mi abuelo es un peligro encuentra sus límites es cuando debe delinear un conflicto real, centrado principalmente en Jason y cómo hacer para encontrar su propio camino, sin que los demás le impongan un destino seguro y predeterminado, pero también en Dick y su necesidad de recomponer su lazo tanto con su nieto como con su hijo (Dermot Mulroney). Allí aparece el interés romántico algo esquemático representado en el personaje de Shadia (Zoey Deutch), un par de bajadas de línea un poco forzadas, cierto estancamiento en el ritmo narrativo y personajes como el de Julianne Hough que son totalmente superficiales y desentonan con el resto. Aún así, la suma de resoluciones, por más que no quiebren totalmente los esquemas, no dejan de estar algo desviadas de los estamentos habituales, imponiendo diminutas pero productivas grietas.
Mi abuelo es un peligro no es brillante en su despliegue de humor -hay pasajes donde su estilo encuentra callejones sin salida-, le cuesta balancear los dilemas planteados y no termina de hacer estallar las convenciones que enfrenta. Pero no deja de ser una película sumamente disfrutable y bastante más compleja de lo que se podría pensar a priori. Encima da una buena noticia, que es el hecho de que De Niro, ya con más de setenta años, aún conserva energía, y no solamente sexual. Su química con Plaza lo demuestra.