Un relato de madres disidentes.
La película Mi Amiga del Parque narra la historia de Liz (Julieta Zylberberg), quien recientemente fue madre por primera vez. Sin embargo, por más que la invade la felicidad, es consciente de la inmensidad de dicho acontecimiento e inevitablemente se siente abatida por el mismo. Posiblemente esto se deba a que Liz es casi una madre soltera, ya que su marido (Daniel Hendler) se encuentra permanentemente de viaje por trabajo y su núcleo familiar es reducido. Este film dirigido por Ana Katz, cuyas propuestas suelen brindarnos historias extrañas e interesantes, esboza sutilmente los miedos y dudas que nacen ante la maternidad y la nueva identidad que para la madre esto implica. En palabras de su autora, Mi Amiga del Parque narra el “estado de ensoñación de una madre primeriza”. Esta madre posmoderna sale de paseo con su bebé hacia un espacio abierto, no sólo en cuanto a naturaleza, sino también en tanto que invita al encuentro. Allí conoce diferentes tipos de madres: la monotemática, la que habla del aborto, la convencional, la que renuncia a ser madre, pero quien principalmente llamará su atención será Rosa (interpretada por quien escribe y dirige). En palabras de la directora durante la conferencia de prensa: “queríamos contar estilos pero no prototipos”.
Liz se siente identificada con Rosa, ya que ambas se sienten algo perdidas y las dos sienten ciertas “insuficiencias” como madres. Rosa por no ser la madre biológica de la beba, y Liz por no haber podido amantar a su hijo. Pues este es el objetivo principal del film: mostrar que no hay una única forma de ser madre, ni un deber ser. En una sociedad en la cual se dan varios aspectos de la maternidad de forma naturalizada como la “intuición maternal” o lo que se supone que es bueno o no para un niño, Mi Amiga del Parque indaga en qué implica en este contexto ser madre. En el largometraje se muestran diversos tipos de madres, ninguno es mejor o peor que el otro, simplemente ejemplifican un mundo diegético heterogéneo. Tan múltiple que en él algunos hombres están presentes, pero otros como en el caso del marido y el padre de Liz están casi ausentes. En el caso de Gustavo, su esposo, su presencia es mediante un registro audiovisual a través de la pantalla de una computadora. En cuanto a su padre, su aparición es meramente sonora dejando frases en un contestador que nada le aportan a Liz y su complicada cotidianidad.
Liz se acerca cada vez más a Renata y Rosa, estas hermanas que son extrañas pero con un atractivo peligroso que despierta la curiosidad de esta madre primeriza. El sobrenombre “las hermanas R” -denominadas así por el resto de los padres del parque- tal vez sea una simplificación de “raras”, sin embargo, son las únicas que al comienzo la hacen sentirse a Liz cómoda en ese espacio. Pues ese es el conflicto de la protagonista, quien se siente algo abrumada por el espacio maternal y las madres “tradicionales” que se reúnen en ese parque. En esa unión entre las madres que rompen con las normas y las madres normativas, ella encontrará el equilibrio. Es complejo encasillar este film en un género cinematográfico, en palabras de su creadora es definida como “una comedia preocupante”, con un “suspenso doméstico”. En esta ambigüedad que va desde planos en la nuca de la protagonista hasta canciones de cuna, lo que es certero es que Ana Katz no juzga, sino que comprende a éstas madres disidentes.