Una película pequeña, pero una gran obra
Cuarto largometraje de la polifacética Ana Katz (escribió el guión conjuntamente con Inés Bortagaray, dirigió, produjo y protagonizo el proyecto), cuyo punto de inicio es un hecho conocido por todas las madres, más aun por las primerizas, nacimiento y crianza de un nuevo ser (hijo), sin haber cursado esa materia, lo que lleva a recurrir en principio al entorno familiar, primer problema para Liz (Julieta Zylberberg), quien se encuentra sola – no soltera -, esta casada con Guillermo (Daniel Hendler), quien está trabajando en un documental, en el sur, sin madre (fallecida hace un año). Frente a esta situación sale al mundo (entorno vecinal), la soledad la impulsa a ello, y lleva a pasear al parque vecino a su casa a Nicanor, su hijo (al cual no amamanta por falta de leche). Allí encuentra a un grupo de madres, y todas opinan a través de sus experiencias “ por que no probas con esto”, “¿sabes que te vendría bien a vos?”, “lo que yo siempre hago es,,,” o algún padre, los roles masculinos son secundarios, que están pero no están, con lo que deja en claro el punto de vista femenino, no feminista, muy bien logrado por la realizadora.
En el parque Liz conoce a Rosa (Ana Katz) que está con Clarisa, hija de Renata (Maricel Álvarez) hermana de Rosa, quienes son el reverso de Liz, creándose una amistad-complicidad con una empatia instantánea y un triangulo muy particular, protagonizando una serie de actos que fluctúan entre lo gracioso e inquietante, que comparten confesiones, tareas domesticas, y el cuidado de los hijos, que nos encontramos con la trama de la maternidad, crianza de los hijos, desde distintos puntos de vista, actitudes alternativas libres, con situaciones fuera de lo convencional. La huida del bar sin pagar es la primera de sus aventuras, y nos va transportando a un clima de suspenso e intrigas, con las propuestas, frases ambiguas, que logran mantener la atención del espectador, objetivo que no todos consiguen.
El desempeño de las tres protagonistas es perfecto, logrando hacer creíble y también queribles a los personajes a los que dan vida, dejando lo mejor de ellas frente a la(s) cámara(s), seguramente logro de la sensibilidad de Ana Katz en la dirección de actrices y actores.
La muy buena fotografía de Guillermo Nieto logra aportar el marco apropiado en atmósfera, para lo que contó con la belleza del parque como espacio abierto y de libertad , en las tomas filmadas en el Rodó y en el Jardín Botánico, del barrio Prado en Montevideo, Uruguay (otoño de 2014), y las escenas de los primeros planos (asfixiantes) captando todos los pequeños detalles
¿El por qué de la elección de Montevideo?
Dejemos que la directora nos lo diga “la densidad poblacional y edilicia de Buenos Aires es distinta y es difícil encontrar un parque vacío en otoño”, máxime cuando casi todos están enrejados.
Ana Katz e Inés Bortagaray como guionistas logran, a partir de contraponer dos grupos (antes clases sociales) que se encuentran en el espacio publico, poner en juego en el espacio privado el desmitificar el supuesto idilio de la maternidad: toda madre ama a su hijo (bueno, algunas no supieron que eran madres), sufre con él y por él, exploran los miedos e inseguridades de las mujeres que pasaron por esa experiencia, las culpas que se generan cuando debe dejar a su hijo al cuidado de otros, etc,etc,etc.
Drama inicial que se va convirtiendo en comedia, llevando por un camino, y de pronto cambia de dirección, todo esto logrado a la perfección, a la antigua, más bien en el siglo pasado, cunado se decía:una película pequeña, pero una gran obra.