Se supone que esta película una remake (o una “reimaginación”) del semi clásico de Disney del mismo nombre, que era una mezcla de animación y acción en vivo. Es bastante distinta, por cierto, y tiene la curiosidad de ser más bien “spielberguiana” (hay algo de E.T. en todo esto), lo que lateralmente demuestra que don Steven es el mejor alumno de Mr. Walt -y su continuador-. La mezcla de esos dos cineastas parece conciente por parte del realizador David Lowery, que cuenta la historia de un huérfano cuyo amigo es un dragón oculto en un bosque con la sensibilidad necesaria para que creamos en ella. Eso sí: le falta el lirismo y la fuerza que Jon Favreau le insufló a El libro de la selva, un estreno de este mismo año -hecha por Disney- o la creatividad visual de Mi buen amigo gigante -Spielberg más Disney, qué cosa. Las tres películas, de todos modos, parecen indicar la necesidad de cierto regreso a una inocencia perdida. Aquí ese camino funciona, gracias a que, además, los actores (Robert Redford, Bryce Dallas Howard) creen en lo que están haciendo.