Otra película de la década del 70, puntualmente de 1977, año en el que también llegó Star Wars al cine, es tomada como punto de partida para una nueva versión cinematográfica, en este caso de Mi Amigo el Dragón. Estamos ante un film que posee un director que proviene del cine independiente, David Lowery, y que transcurre en algún momento de los 90 o principios del 2000: aquí Disney mezcla un personaje animado con actores y escenarios reales para narrar maravillosamente las aventuras de Pete y su particular amigo, Elliot.
Disney volvió a ser Disney parcialmente luego de El Buen Amigo Gigante (The BFG, 2016). No porque la película dirigida por Steven Spielberg haya sido mala, sino porque le faltó chispa, esa magia y empatía características de la fábrica de fábulas animadas. Con Mi Amigo el Dragón, la cual homenajea a obras de género fantástico como Cuentos Asombrosos, La Historia sin Fin (imposible no pensar en este film en una escena particular que involucra a los dos protagonistas), El Gigante de Hierro, otra vez E.T. El Extraterrestre y Cuenta Conmigo (luego de ser manoseadas por los fans y la crítica de series como Stranger Things); hoy Disney toma su propia película y la resignifica por completo. Contrata a un director casi ignoto para que reimagine una historia llena de mensajes positivos, excelentes actores y una bestia más que encantadora.
En la segunda “reversión” de Disney del año (ya que también se estrenó El Libro de la Selva), se distinguen varios puntos en común entre las dos remakes. Esta historia sigue a Pete (Oakes Fegley), un niño de apenas cinco años que, durante un viaje con sus padres, sufre un accidente en la ruta y estos pierden la vida. Pete, aferrándose a su mochila roja y a las últimas palabras que le regaló su madre, queda solo en el medio del bosque hasta que aparece un Dragón verde con un colmillo partido y un rostro similar al de un perro. Su tierna mirada y la del pequeño y temeroso jovencito se unen para dar inicio a una relación que durará seis años de manera ininterrumpida. La llegada del hombre y sus máquinas, su codicia y sus ánimos destructivos (aquí encontramos referencias a la obra de Herman Melville), aparecerán para contaminar esta hermosa relación inocente y de amor puro. Pero en el medio se encuentra Grace (Bryce Dallas Howard), una luchadora de la preservación de los bosques que empatiza rápidamente con Pete.
Apta para todo público, tanto niños como adultos serán testigos de una obra pensada verdaderamente para todos, donde los más pequeños recibirán un mensaje positivo, lleno de esperanzas, de sueños y generador de sentimientos como la valentía y el respeto a la naturaleza. Pero la propuesta también apunta a los adultos, con otro tipo de mensaje, uno más comprometido que abarca muchos frentes: el concepto de familias ensambladas, el amor y la comprensión hacia los más jóvenes, y el hecho de creer en las ideas y sueños de los niños y, sobre todo, en sus cuestionamientos. La película alimenta la percepción.
A diferencia del film dirigido por Spielberg, la historia de Pete y su Dragón color césped sintético tiene alma, cosa que no poseía el vínculo entre el Gigante y la pequeña Sophie. Pese a que El Buen Amigo Gigante es una obra interesante del director de E.T. El Extraterrestre, se sintió la ausencia de ese algo, faltó esa magia que irradian las obras de Disney. Pero en esta no, en esta propuesta dan justo en la tecla. El diseño de esta nueva criatura tiene personalidad, poder visual, se ve amenazante cuando la película lo requiere y cuenta con una mirada que se destaca entre sus homólogas de las bestias y personajes fantásticos del cine reciente. David Lowery, recordado por la premiada Ain’t Them Bodies Saints (2013), es claramente responsable del tono y el registro conseguido para este film. Hay un trabajo con los actores muy especial, muy puntual sobre la gesticulación y las manos (ejemplificar con algunos de los planos más bellos sería robarle al lector los mejores momentos de la película).
Por último, y mérito también de Lowery, hay que destacar el trabajo impecable del pequeño Fegley. Para actores con trayectoria es muy difícil hablarle a la nada misma, imagínense al actor que interpreta a Pete dialogando todo el tiempo con un Dragón que recién podrá disfrutar en la isla de edición. Más allá de las escenas que tiene con Elliot, el miedo que se refleja en sus gestos y movimientos cuando es llevado al pueblo, es propio de un trabajo impecable. Una pequeña promesa para el futuro de Hollywood, sin duda. El resto de los actores están correctos todos, inclusive Karl Urban, que poco incide en la historia pero cumple.
En este relato no hay teléfonos celulares o computadoras, no existen las redes sociales ni la realeza. Tampoco hay actores de renombre (está Robert Redford, pero no tiene tanta importancia en la trama), no hay un director de larga trayectoria y tampoco forman parte de la historia animales antropomorfos, pero nada de ello importa: no hizo falta para contar una de las historias más bellas del año. Disney vuelve a ponerse la 10 para abordar la historia de un pequeño huérfano que quizá en la naturaleza encontró el resguardo que necesitaba, o la naturaleza lo encontró a él para dejar de esconderse y descubrir a Elliot, uno de los dragones más valientes y carismáticos que haya conocido la historia del cine.