Cuando era chico me encantaba la película original sobre la cual se hizo esta remake. Tenía algo muy Disney en la composición de sus personajes interactuando y cantando con el dragón verde animado.
Mi hermano era gran fan y la veía una y otra vez así que me la sabía de memoria e incluso a esa corta edad me daba cuenta que era profunda porque había partes que me ponían triste.
Por suerte todo eso se mantuvo y se actualizó el ritmo (y por su puesto los efectos) para dar vida a uno de los mejores estrenos infantiles del año.
Esta es la segunda película del director David Lowery, la primera (Ain’t them bodies saints, 2013) no se estrenó en Argentina y es una verdadera pena porque demuestra gran habilidad en la dirección de actores y construcción de situaciones.
En esta oportunidad aborda la fantasía con la película original como guía pero adaptada para el público del año 2016 por lo que se eliminaron las escenas musicales y cuestiones sinsentido.
La historia es tierna, entrañable y te hace pasar de las risas a las lágrimas en cuestión de segundos y viceversa gracias a su personaje principal: Pete, interpretado por un niño actor llamado Oakes Fegley, y el Dragón Eliot que si bien está hecho con un CGI a veces notorio su cara tierna y sentimientos genuinos hacen que eso importe muy poco.
La historia es muy simple, incluso básica. Y me gustó que se ambientara en un pueblo y en el pasado cercano donde aún no existían los celulares.
La relación de amistad entre el chico y el dragón está muy bien acompañada por Bryce Dallas Howard y Robert Redford, quien legitima todo lo que hace solo con respirar.
Un final bien emotivo y esperanzador es el cierre perfecto para salir del cine con una gran sonrisa y deseando ser chico otra vez.
Mi amigo el dragón es lo mejor que se ha visto en años en materia infantil, no dejen de llevar a sus hijos, sobrinos o cualquier niño a verla.