El buen amigo dragón
Son odiosas las comparaciones, no hay nada peor que hablar de un film y medirlo con otro pero se hace inevitable al analizar Mi amigo el dragón (Pete’s Dragon, 2016). Remake de la cinta del mismo nombre de 1977, nos hace pensar en El buen amigo gigante (The BFG, 2016) la reciente película que Steven Spielberg realizó para los estudios Disney tomando el clásico cuento de Roald Dahl.
El director de E.T. El extraterrestre (1982) intentó realizar un film dirigido, principalmente, para una generación que en los años ochenta disfrutaba de films familiares de aventuras. El resultado final no logró plasmar en imágenes la nostalgia que si transmite Mi amigo el dragón de David Lowery, film entrañable sobre la profunda amistad entre un niño llamado Pete (Oakes Fegley) y Elliot, un dragón gigante.
La historia de Mi amigo el dragón comienza con un giro para Pete, drástico, de aquellos a los que Disney nos tiene acostumbrados: la muerte de los padres y la orfandad como paradigma narrativo, marcando la necesidad de relacionarse con un misterioso y mágico dragón verde en el medio del bosque. Tiempo después del primer encuentro, la narración nos lleva a un pequeño pueblo maderero en el que un anciano (Robert Redford), sigue deslumbrando a niños locales con historias de dragones, y de cómo vio sobrevolar los árboles a uno de ellos. Cuando por casualidad un grupo de cazadores, encabezado por Gavin (Karl Urban), detecta a Pete y a Elliot en el medio de la nada, deciden que capturar al dragón es la gran oportunidad para hacerse ricos y famosos sin medir las consecuencias de sus acciones.
David Lowery construye los dos mundos que se enfrentan en esta contienda de manera concreta y delimitada: la urbanización como espacio de lucha comercial y el bosque como horizonte para seguir fortaleciendo lazos de amistad únicos. El director lo hace con tomas aéreas y amplios planos en los que la inmensidad de Elliot se presenta en toda su majestuosidad contrastando con la pequeñez de los hombres. Y en esa construcción de antagonistas, hay una nostalgia por aquello que ya no está, algo que viene trabajando el cine y la TV (el caso de Stranger Things es paradigmático sobre este punto) retratado en imágenes de gran virtuosismo, coloridas, y dinámicas, que remiten a ese acercamiento amistoso entre un niño y un ser diferente como La Historia sin Fin (Die unendliche Geschichte, 1984), Los Goonies (The Goonies, 1985), Laberinto (Labyrinth, 1986) y otros films icónicos de los años ochenta, pero también otros más recientes de la factoría Disney como Un gran dinosaurio (The Good Dinosaur, 1985). En los denodados esfuerzos por atrapar al dragón por parte de Gavin, que no logra entrar en razón por su ambición, también hay cierta reminiscencia al mito de King Kong, con esa idea del hombre tratando de atrapar aquello que desconoce para sacar rédito y así también coronarse como el verdadero rey de la naturaleza.
Un film nostálgico y bello que se presenta como una de las sorpresas más gratas de la producción cinematográfica de este año para ver en familia. “Hay magia en el bosque si sabes dónde buscarla”.