La nostalgia se ha encargado este año de jugarnos buenas pasadas. Nuevamente la magia de Disney se hace presente, y esta vez lo hace desde la remake de su clásico de 1977, Mi amigo el dragón, donde varios años después el CGI permite que veamos a este dragón bastante tiempo más en escena, lo cual para nada le juega en contra a esta nueva versión.
La historia no es una novedad, sino que se hace eco de los films clásicos, donde un niño vive la aventura, y en esta oportunidad lo hace junto a una criatura gigantesca y fantástica. Pero sí resulta novedoso que Disney retome con historias de estas características, y remita al mejor cine de Disney.
El niño es Pete (Oakes Fegley), quien al quedar solo y perdido en el bosque luego de un accidente automovilístico junto a sus padres, se encuentra con un dragón color verde quien lo cría de forma salvaje. Ambos mantienen una química y amistad, unidos a la historia propia de cada uno que se asemeja en muchos puntos.
David Lowery genera muy buenos climas y dirige un elenco secundario muy bien plantado: Karl Urban, Bryce Dallas Howard, Wes Bentley y el gran Robert Redford acompañan en sus papeles de forma correcta, otorgándole el lugar estelar a Pete y Elliot (el dragón).
El soundtrack bajo la responsabilidad de Daniel Hart nos hace ingresar en medio de esos escenarios laberínticos y de largos caminos, en conjunto con la labor fotográfica de Bojan Bazelli, quien logra traspasar los colores y sombras de la pantalla a la butaca.
Los más chicos y sobre todo los adultos que dejen volar la imaginación, recuperarán mucho de los valores perdidos gracias a esta película, donde la simpleza y alejarse de la exageración, la dotan de un encanto que hace tiempo no vemos en el cine.