Adaptación del best seller de Garth Stein, "Mi amigo Enzo", de Simon Curtis, se esfuerza tanto en buscar la emoción que termina dificultando su propio destino. Hay fórmulas para todo. Si queremos que el público llore, ya sabemos lo que tenemos que exponer sin preocuparnos demasiado en buscarle la vuelta.
Pongamos una enfermedad terminal, si es degenerativa mejor, y si es en medio de un romance melodramático más todavía; una tragedia histórica que afecte a un individuo o grupo particular (acá es fundamental que por lo menos un personaje sea un niño inocente); o hagamos una película sobre mascotas.
La verdad, no sé bien por qué, pero si hacen películas centradas en un animal, sobre todo es un perro, el 90 o 99% de las chances es que se termine muriendo antes del The End, y nada de dejarlo fuera de escena o darlo a entender, cuanto más subrayado esté mejor. Sí, es cierto que la vida de perros y gatos es más corta que la humana en promedio, pero aunque sea podrían ahorrarse la agonía expositiva.
"Mi amigo Enzo" lejos está de ser una propuesta original, ni siquiera lo intenta. Como un perro se revuelca en la tierra en el verano, "Mi amigo Enzo" se revuelca de placer en los lugares comunes, repasando los clichés como un listado, de uno por uno, como el mejor estudiante aplicado incapaz de saltearse o romper la norma. Obviamente, esto incluye lo lacrimógeno como efecto principal. Nobleza obliga, no les estaría spoileando.
Desde literalmente la primera escena, sabemos que el perro protagonista, el Enzo del título local, se va a morir; y nada de que sea algo repentino, no, ya nos adelantan que vamos a sufrir. Lo que sigue a continuación es un largo flashback, casi una invitación a revivir la historia de cómo llegar a ese momento de dolorosa agonía. Lo que no nos adelanta la historia, es que en el viaje habrá más y más motivos para llorar… o no.
Otra cosa que se nota en "Mi amigo Enzo" es cierta intención de emular el éxito de "La razón de estar contigo" (que casualmente hace poco más de dos meses tuvo su secuela). Si bien acá no nos cuentan la historia de un perro que va pasando de vida perruna en vida perruna a través de la reencarnación, algo de eso hay, y la muerte y el volver a empezar después de las caídas son algo permanentemente presente.
También “imita” el tono cálido y algo melancólico y edificante de aquella, plagado de personajes humanos con buenas intenciones, similar a lo Hachiko.
Finalmente, en ambas tenemos al perro con voz de conciencia humana que revive su historia como un diario, y también al veterano sesenton ¿ex? galán engalanando el elenco; aunque con una diferencia, en aquella Denis Quaid es uno de los dueños, acá Kevin Costner (y esa voz de Wiski y habano tan seductora) es la voz de Enzo (por favor, véanla en idioma original, estoy seguro que doblada le baja uno o dos puntos). Danny Swift (Milo Ventimiglia) es un mecánico y piloto de autos de carrera con más ambición que suerte.
Su deseo es entrar en el torneo de Daytona, triunfar, y de ahí pegar el salto hacia la Fórmula 1 patrocinado por su ídolo Ferrari (es una publicidad – no muy – encubierta). Luego de esa visión al futuro que ya dijimos, veremos como un día, al pasar por una veterinaria, o una guardería animal, se hace con un cachorro de golden retriever (si, es hasta la misma raza que la principal de La razón de estar conmigo) al que obviamente llamará Enzo en honor a su ídolo.
A partir de entonces, iremos conociendo el trayecto de vida de Enzo, que cree en una leyenda mongol sobre la reencarnación humana después de una vida perruna perfecta; y a través de Enzo viviremos la historia de superación de Danny. Danny conoce a una chica, Eve (Amanda Seyfried) que es pura dulzura y se terminará ganando el cariño de Enzo también, se casan, tienen un hija, y comienzan las tragedias.
Ya desde el comienzo vemos que uno de los desencadenantes es el tiempo que Danny le dedica a su sueño de triunfar como piloto, en detrimento de pasar tiempo con Eve y Zoe (la hija). Así, Mi amigo Enzo circula por dos carriles, por un lado, la historia familiar, y por otro el deseo de triunfo deportivo profesional; ambos carriles tratan sobre la superación ante las adversidades, una tras otra.
Uno de los problemas de "Mi amigo Enzo" es que, no solo todo lo que sucede puede adivinarse con sólo haber visto cualquier drama con mascotas (a La razón de estar contigo chóquenle Marley y yo, y ya tienen todo lo que necesitan), sino que además remarca, subraya, y adelanta todo eso que va a suceder, no dejando lugar a expectativa alguna.
Cada tramo de la película está marcado por algún hecho conflictivo o doloroso, y cuando no, las profundas reflexiones de un perro que en sus ratos libros debe devorarse libros de autoayuda, o la utilización de metáforas en frases obvias como la que le da título original a la película.
Esta acumulación trasluce una necesidad desesperada por hacer que el público se enternezca, y obviamente llore. Sin embargo, tanto esfuerzo resulta fatigoso y resulta en detrimento.
Finalmente, probablemente terminemos llorando menos de lo esperado, o no llorando en absoluto, dado que la manipulación es tan obvia, poco natural y fluída, y repetimos, además de ser demasiado adelantada.
Sin spoilear todo el resto, si desde el minuto uno sabemos que el perro va a morir, y sabemos cómo, tenemos casi una hora cincuenta para asimilarlo; así con todo. El efecto llanto también debe tener un elemento de impacto, precisamente de golpe de efecto, que acá no se logra; es como si antes de una golpiza (de golpe bajo) nos dijeran de muchas formas que nos van a pegar, y podemos hacer todo para cubrirnos y evitar el dolor.
Entre los actores, Milo Ventimiglia es un ideal para estos personajes de bonachón a ultranza, desde la serie Héroes que los viene haciendo y le salen de taquito. Lo mismo podemos decir de todos.
Amanda Seyfried es tan dulce e ilumina con su sonrisa dorada como siempre; con Ventimiglia tiene buena química. Gary Cole compone al jefe que suple una figura paterna que ya le vimos hacer mil veces. Kathy Baker es la madre/abuela de suburbio, buena y sufrida; también, sabemos que ese personaje le sale bien.
A Martin Donovan ya lo vimos hacer de ese padre conservador que quiere otra cosa para su hija y le hará la vida imposible a su yerno, tampoco defrauda.
Por último, lo dicho, escucharlo a Kevin Costner le suma mucho. Simon Curtis tiene ya experiencia en historias que buscan llegar al corazón a través de espíritus edificantes (Christopher Robin), parece ser un todo terreno ("Mi semana con Marilyn").
No es un realizador de grandes marcas personales, pero cumple en llevar el producto a buen puerto. Con calidez, buenas performances, un ritmo parejo que logra que nunca aburra y su duración (algo excesiva) parezca menos de la que es, y mensajes de meritocracía y esfuerzo individual incluido, "Mi amigo Enzo" aprueba si no se espera más que la media de cualquier otra película con un perro en el medio.
No sorprende, y hasta emociona genuinamente menos de lo esperado – la última escena hasta puede causar algo de gracia involuntaria –, pero ofrece un producto tan digno como probablemente algo olvidable.