Una propuesta que sale lo suficientemente a flote por un carismático trabajo de voz.
Películas como Mi Amigo Enzo son bastante particulares, habitualmente le llegan a gente que tiene o tuvo una mascota en su vida. Por fuera de ese círculo, a estos films les conviene trabajar muy bien sus conflictos si quieren apelar a conmover un público mayor, razón por la cual no sorprende que el lanzamiento de la película quiera hacer una asociación con Marley y Yo.
Mi amigo Enzo, un amigo fiel
La película parte de la premisa donde un perro reencarna en su vida siguiente como un humano, mientras toda su vida como canino es precisamente un entrenamiento para entender lo que será aquella próxima vida. Tomando en consideración ese objetivo, el film puede volverse interesante por las filosofías que presenta, algo que es posible principalmente por el carisma que entrega Kevin Costneren su trabajo de voz.
Si hay que concederle algo a Mi Amigo Enzo es que tiene un solo golpe bajo en toda la película, y es en la escena que la abre. Después de eso, veremos al animal sufrir por la ocasional soledad consecuencia del trabajo de su dueño, solo para que con el tiempo el problema se resuelva solo. Es precisamente esa la contra que un espectador le puede encontrar, pero -reiteramos- el trabajo de Costner hace no tanto que lo olvidemos, sino que no se lo achaquemos como una contra tan severa.
Por otro lado, estamos hablando de un perro común y corriente, no Rin Tin Tin o Lassie. Ante los problemas que se presentan, físicamente, el pobre animal no puede hacer más que ladrar y posarse cariñosamente al lado de sus dueños. Eso no está mal en absoluto, pero es todo un desafío construir una acción cinematográfica en base a un rango tan limitado.
La historia encuentra una solución a este problema otorgándole un enemigo natural al perro en forma de una cebra, y la película inevitablemente se ve obligada a darle vida en la forma de animación. Recurso cuestionable, pero si se ponen a pensar, no había muchas opciones de dar progresión dramática a una mirada tan particular.
De cara a esto, los personajes activos deben ser los humanos. Ahí encontramos un poco más de conflicto en la forma de enfermedades, cruces con la familia política, cuestiones financieras y, desde luego, encontrar y luchar por aquella pasión que será el eje de toda la vida de uno. Cuestiones decisivas en la formación de este perro como futuro ser humano. Sin embargo, aunque la contundencia de estos temas no es discutida, dentro del contexto general tales conflictos son blandos por lo menos en su desarrollo.
Las comparaciones son odiosas, pero cuando el mismo lanzamiento de la película las plantea, dan la pauta al espectador para que las haga: Marley y Yo habrá tenido sus golpes bajos, pero ahonda en unos pormenores sobre la convivencia con un perro que aquí se resuelven con demasiada facilidad. Aunque claramente esa no es la búsqueda de Mi Amigo Enzo: juzgar sus resultados en base a ello sería apresurado, pero también debe decirse que es un detalle que no abarcaron tanto como debieron.