Lo primero es... lo primero
Desde su estreno en el Sundance, Mi familia viene sumando aplausos, críticas laudatorias y opiniones calificadas que profetizan con seguridad varias nominaciones en los próximos Oscar. Directora del indie, -lesbiana y madre por inseminación artificial-, Lisa Cholodenko se interna en el mundo de las nuevas familias para ofrecer una mirada fresca y (supuestamente) libre de prejuicios sobre parejas del mismo sexo e hijos concebidos artificialmente. Temas que del ámbito de lo privado saltaron a la agenda pública, renovando lo social en la vida cotidiana.
Si hay algo que agradecerle a los guionistas es que estas cuestiones son presentadas con la mayor naturalidad, sin solemnidades ni panfletariamente. No son ejes centrales donde se expondrá la teoría feminista, de género o queer correspondiente, si no una parte de sus protagonistas y una elección y una decisión que permiten que sucedan los hechos que hacen avanzar la trama.
Nic (Bening) y Jules (Moore) conforman la pareja central. Años de convivencia y dos hijos. La mayor, Joni (Wasikowska), una adolescente a punto de dejar la casa para estudiar en la universidad; el menor, Laser (Hutcherson), un joven que al verse a merced de sus dos madres y “abandonado” por su hermana le pide un favor a ésta: que busquen a su padre biológico. La aparición de Paul (Ruffalo), -un entrepreneur gastronómico ecologista, soltero y algo inmaduro sentimentalmente-, hará que cada una de las piezas de esta familia (que ya deberíamos dejar de llamar disfuncional) revean sus roles y se piensen en función de la nueva situación. El “Otro” en este caso no porta la revulsión del joven visitante de Teorema de Pasolini. Aquí no hay dramas filosóficos ni tragedia, apenas comedia con toques (melo)dramáticos y en esa liviandad es donde el filme encuentra su piso y su techo. El trabajo con los estereotipos y el toque de humor permiten que aumente la base del público, es decir que la elección por este tipo de películas no se circunscriba sólo a los grupos minoritarios referidos en ellas sino que se acreciente la (buena) predisposición de los heterosexuales que ni se sienten amenazados ni desplazados ni fuera del registro. Escollo que las películas de minorías sexuales aún padecen y pocas pueden superar.
Uno podría cuestionar el binarismo que todavía parece manejar Mi familia con los roles sexuales definidos en lo femenino (sometido) y ama de casa de Jules frente al masculino (dominante) y profesional de Nic, explicitados hasta en lo físico (corporal, vestuario y peinados) y en lo actitudinal, o la “caída” de una de ellas frente al deseo otro, pero no se leen sino en referencia a lo antes dicho (estereotipos y búsqueda de ampliación de público). Quizá sí es más chocante cierto uso que el guión hace de la culpa ante lo sexual y que parece utilizar como aleccionador y especialmente cierto conservadurismo familiar que estos nuevos modelos suponían venían a cuestionar y ahora sólo pugnan por entrar en los mismo moldes. Pero esto último ¿hasta que punto no es más que un reflejo de lo que sucede en lo cotidiano (y que contradice las teorías que decían la subversión de los géneros frente al status quo) que una bandera que levante el filme?
Más allá de la teleología que uno sospecha por detrás de ciertas elecciones estéticas, Mi familia resulta un retrato inteligente, divertido y adulto sobre las familias hoy día donde las situaciones conflictivas se pueden resolvelr con elegancia y altura (evidentemente la clase social reflejada -económica e intelectualmente- es importante para esto) pero donde lo emocional y emotivo no es dejado de lado en detrimento de lo racional.
Mención especial merece el gran elenco que transmite con sutileza y arte la palabra escrita. Los jóvenes están muy bien, Bening vuelve a demostrar su crecimiento, Ruffalo su solvencia y Moore… es Moore y está todo dicho.