Cuando en 2002 se estrenó “Mi gran casamiento griego” había algo del orden de la frescura en la comedia escrita y protagonizada por Nia Vardalos. En parte por lo autoreferencial, como lo indica su apellido, pero también por la construcción de personajes pintorescos, con una idiosincrasia muy particular propia de la etnia retratada.
El disparador era el de una familia culturalmente manejada por los mandatos auto impuestos, cuyos padres se veían graciosamente “horrorizados” al ver que el ferviente deseo de casar a su hija con algún candidato griego, para que finalmente ésta les diese los nietos, se veía en peligro por la aparición de un galán de linaje irlandés.
En el género de la comedia costumbrista los ejemplos de la identificación cultural, familiar y étnica, han estado presentes en toda la historia del cine. “La familia” (Ettore Scola, 1986), “Esperando la carroza” (Alejandro Doria, 1985); “Gato negro, gato blanco” (Emir Kusturica, 1999), “Los tuyos, los míos y los nuestros” (Melville Shavenson, 1968) o “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (Pedro Almodóvar, 1984), son algunos ejemplos que con mayor o menor liviandad hablaban de lo mismo, pero sobre todo eran argumentos apoyados claramente en la estructura familiar y sus conflictos. Especialmente los suscitados por el traspaso generacional. Dicho de otra manera, cuánto podía modificarse la tradición a partir de la convivencia con un progreso que inevitablemente impacta y divide esta estructura del arraigo.
Sólo desde este lugar se puede justificar una secuela como “Mi gran boda griega 2” (¿Por qué cambiaron boda por casamiento en el título?). Obviamente para los que no hayan visto la primera será un deleite distinto, y tal vez menos para los que tengan más presente la original.
Nia Vardalos esperó un buen tiempo para llegar al nuevo guión, que obviamente se apoya en el hecho de ser madre y una situación en la cual se descubre que Costas (Michael Constantine) y María (Lainie Kazan) no están “administrativamente” casados por un error, algo difícilmente creíble por las características de ésta familia, pero, vamos. Narrativamente hasta se podría decir que es un calco (pese al cambio de director) empezando por estar narrada por la protagonista. El elenco se conserva intacto, con el agregado de la nueva generación, y algunas situaciones vuelven a repetirse como, por ejemplo, la insistencia del patriarca en que todas las palabras son de origen griego, o la imperiosa necesidad de tener muchos hijos.
Aún con estos elementos la comedia transita por un cuadro liviano y agradable, tal vez algo edulcorada, en el cual no faltarán varios momentos bien logrados para el género gracias a un casting de actores que, evidentemente, se divierten mucho dándole vida a esta familia, diversión que se transmite desde la pantalla y contagia.