Una fiesta familiar que empieza tarde
A 14 años de “Mi gran casamiento griego” y desvíos mediante, la actriz y guionista Nia Vardalos ofrece la secuela de un título que, gracias a las tradiciones, le abrió las puertas del mundo.
Allá por 2002, la actriz griega Nia Vardalos se colocó en el centro de la escena internacional con Mi gran casamiento griego, adaptación propia de una obra teatral que también protagonizó, y que llevó a pantalla con dirección de Joel Zwick.
Comedia romántica y con una amabilidad costumbrista que le valió la consideración del público y la crítica, tenía por destino una continuación que llegó... 14 años más tarde.
Entre medio, Nia Vardalos intentó suerte con un paseo turístico por su tierra de origen con Mi vida en ruinas (2009), otra historia de una joven no tan joven, poco afortunada en el trabajo y menos aún en el amor.
Desvío mediante, y con nueva dirección y título subindicado "2", estamos ante la secuela Mi gran boda griega, con los mismos personajes: la pareja central, Toula (Vardalos), Ian (John Corbett), una familia demasiado numerosa para detallar, y acrecentada por Paris , la hija ya adolescente de los antaño tórtolos.
Coherente con la demora, Vardalos escribió este filme para un mayor protagonismo de la heredera y de los adultos mayores de la familia.
Mientras la chica hace planes para alejarse de una familia presente hasta el agobio, los abuelos confirman su respeto por la institución, sus reglas y tradiciones, volviendo a casarse para "regularizar" un compromiso que no fue debidamente rubricado en su momento.
Entre discusiones a gritos, movimientos multitudinarios, un gusto estético tan colorido como de dudosa elegancia y mucho chiste de colectividad, se desarrolla esta comedia que, a su debido tiempo, quizás hubiera surtido un mejor efecto.
En cambio, resultan débiles los esfuerzos por levantar el alicaído apego del espectador por los personajes y su historia.
Los actores estadounidenses de origen griego Laini Kazan, Michael Constantine y Andrea Martin, se llevan los laureles de comediantes en una escena donde el contrapunto lo pone la jovensísima --también greco-americana-- Elena Kampouris, y donde el condimento "a la griega", lo hace sentir como un plato sofisticado que llegó después de los postres.