Alex de la Iglesia, el mismo de La comunidad, El día de la bestia y Muertos de risa, vuelve a recurrir a Raphael tal como hizo en la descomunal Balada triste de trompeta.
En aquel film de 2010 el realizador utilizó imágenes de archivo para una proyección en la que el artista canta el tema que le dio título al largometraje. Aquí, en cambio, el propio Raphael es el coprotagonista estrella y excluyente de Mi gran noche, otra canción que bautiza a un opus de don Alex.
Pasaron 42 años desde que “El niño” se calzó por última vez ropas para la pantalla grande y ahora lo hace nada menos que en un trabajo que satiriza al mundo del espectáculo, a la televisión española y, claro, a sus propias veleidades de divo.
Mi gran noche es una mirada ácida sobre la tradicional celebración televisiva que la TV de España realiza cada fin de año (en “noche vieja” como lo llaman allá) y que suele tener a Raphael como show central.
La fiesta, en términos de producción televisiva, se resume en recitales en vivo y un gran número de extras haciendo-como-que-comen y disfrutan del espectáculo. Claro que en medio de todo esto está la mirada de De la Iglesia, que para trazar un ensayo sobre el asunto apostó a su habitual combo de posmodernidad extrema.
Tenemos en escena a Alphonso (Raphael), una estrella que está de vuelta hace años pero sigue reinando, a su hijo rencoroso (Carlos Areces) por el lugar segundón que le dio su progenitor, un popstar latino en ascenso (Mario Casas), un don nadie que terminó como extra (Pepón Nieto) y una femme fatale literal (Blanca Suárez) que le trae mala suerte a todo aquel que se le acerca.
En modo catarata de gags el director vasco arremete con una metralleta de humoradas logradas y un trabajo visual impecable, al tiempo que se da espacio para colar algunas palabritas sobre el tiempo de economía salvaje que vive su país.
Así es que afuera del estudio en el que se cocinan, entre otras cosas, el asesinato de Alphonso/Raphael, centenares de personas protestan contra las políticas de ajuste.
Pero lo más lúcido de este nuevo opus de Mr. Alex es la delgada línea que, como nunca, transita el relato entre la sátira brillante y la parodia bravucona. “No conozco a ningún Julio Iglesias”, dice Alphonso en una de las mejores escenas del film, cuando dialoga y destruye a su nuevo competidor, el cantorcito pop que encarna a la perfección Casas.
En cuanto a lo de Raphael, hay que decir que ilumina en cada aparición, incluso pese a su escaso oficio actoral. Pero a fuerza de un histrionismo que no le cuesta nada poner en juego saca adelante su autoparodia, que incluye helicóptero personal, caprichos de superestrella y un momento junto a su hijo que empequeñece cualquier teoría conocida sobre el felicidio.
Podría decirse entonces que Mi gran noche es el regreso de dos de los personajes más destacados y de exportación de la cultura hispana. Y que, además, lo hacen surfeando sobre la anarquía y en medio de una propuesta más que destacable. A celebrar entonces, con o sin extras.