Álex de la Iglesia vuelve al ruedo con una comedia que aparenta ser solo divertida, pero que tiene todo el humor oscuro y típico del director español, con una gran carga de crítica social.
Es agosto, pero en España ya filman el programa especial de año nuevo. El rodaje tarda más de lo esperado (dos semanas, para ser exactos), y mientas adentro del estudio todo es alegría, luz y música, afuera hay una manifestación oscura que está en contra de los despidos por parte del canal, a cargo de un tal Benítez (Santiago Segura).
La filmación se vio retrasada por contratiempos y enredos: el ego del artista clásico Alphonso (Raphael, en una parodia de sí mismo) contra el del ídolo juvenil Adanne (Mario Casas); una mujer hermosa que parece dar mala suerte (Blanca Suárez) que se engancha con un don nadie (Pepón Nieto); Terele Pávez que anda con un crucifijo de un metro por el set del programa; y muchos eventos desafortunados más.
Álex de la Iglesia lo ha probado casi todo: desde el western, hasta la ciencia ficción, pasando por el terror y el thriller, con toques de humor, siempre mezclando todo. Con Mi Gran Noche vuelve a la comedia, con un resultado mejor que el obtenido en Crimen Ferpecto (2005). En esta nueva película, el español logra, a través de diálogos ingeniosos e irónicos, que el público ría, mientras ningún personaje se salva de su mirada sarcástica.
Lo divertido de Mi Gran Noche está en la ironía que poseen sus diálogos: punzantes, exactos y divertidos. De la Iglesia parodia la realidad social a través de personajes diversos, que se ven forzados a convivir en un ambiente cerrado y en condiciones inhumanas. Las actuaciones acompañan al guion, y nadie se queda detrás, en un elenco que incluye a varias caras nuevas para el director, como varios habitués.