Satirízame
Lo nuevo de Alex de la Iglesia: desenfado, crueldad y miserias contadas con humor en un combo para estómagos fuertes.
El cine de Alex de la Iglesia es como una catarata de estímulos. Con ritmo trepidante, debe ser, como Almodóvar, de los pocos cineastas españoles que tienen un estilo tan propio e inconfundible.
Y esa catapulta de incitar, de sucesión de acciones casi sin fin tiene una caja de resonancia mayor en el estudio de TV que es el marco de Mi gran noche. Hay una decena de personajes, algunos más estereotipados que otros, pero he aquí el guiño del director bilbaíno. Como con las escenas de sangre de Tarantino, valga la comparación, uno sabe con De la Iglesia que cuando un personaje podría decir o hacer una cosa, muy probablemente dirá o hará otra. Y así.
Y Mi gran noche, como La comunidad, pero más aún, es la más coral de las películas del director de El día de la bestia. La trama: durante la grabación de especial de Fin de año de una cadena de televisión (es lo que hace TVE todos los años) Alphonso (Raphael) es una de las figuras que canta ante decenas de extras que fingen comer y beber felices. Un fan desea eliminarlo. Afuera, hay una rebelión por despidos. Y no pueden salir, están encerrados desde hace días. Punto.
Porque a partir de ahí será la suma de cada historia individual, la de Alphonso, la de su antagonista, un cantante más joven y de ritmos latinos, un manager, la de los extras, la de la directora de cámaras, y más, lo que redondee el conjunto, el todo. No se puede explicar cada célula, cada microhistoria y el comportamiento de los personajes sin entender, sin ver la totalidad.
Es una sátira a la televisión, y a partir de allí a la sociedad española. Hay miserias contadas con humor, y el sarcasmo es la marca de De la Iglesia y de la película.
Mi gran noche empieza bien arriba, y no decae. Hay tanta crueldad como guiños a Star Wars en un combo entretenido y para estómagos fuertes.