Se estrena Mi gran noche de Alex de la Iglesia, un regreso a las fuentes del cineasta español. Humor negro y números musicales sin descuidar el trasfondo social que el vive el país.
Se lo extrañaba. Alex de la Iglesia había perdido el norte hace varios años. Los éxitos cosechados en sus comienzos como realizador y joven promesa del cine de género lo convirtieron en una figura “prestigiosa” y esto trajo como consecuencias propuestas cada vez más pretenciosas y vacías, alejadas de aquel subversivo cineasta, amante del terror y lo fantástico, pero al mismo tiempo, discípulo directo de los mejores capocómicos de la historia española, desde Berlanga hasta el primer Almodóvar.
No es que se haya perdido aquel humor negro que lo distingue ni que su oscura visión de la vida se haya desorientado, pero lo cierto es que su cine se hizo demasiado grandilocuente y esteticista. Le faltaba corazón, nervio e imperfección. Alex quería coquetear con el drama, y Balada triste de trompeta, así como La chispa de la vida, demostraron que no era un género que dominaba, aun cuando en ambas obras, el humor muy oscuro está presente.
Y Mi gran noche, tiene la vitalidad y frescura de un Alex de la Iglesia más puro, más influenciado por la comedia clásica y el slapstick. El gran referente cinematográfico, en esta oportunidad es Blake Edwards. Y si bien es verdad, que en comparación con las brujas de zugarramurdi, se trata de una película más simple y liviana, también se agradece que regrese al tono de Muertos de risa y Crimen ferpectos, dos de sus mejores películas.
Mi gran noche es un film coral que retrata la grabación de un especial de año nuevo. Los números musicales son grabados en forma separada del público, y los figurantes –o extras- deben “actuar” para el televidente. La crisis económica está presente fuera de los estudios de grabación, donde se manifiesta en contra de los despidos que efectuó la cadena televisiva. Hasta que los manifestantes no se retiren, la grabación no puede darse por terminada. Este clima claustrofóbico contrasta con la fiesta que se intenta llevar a cabo dentro del estudio.
Los episodios que se van sucediendo en forma simultánea son algunos más inspirados que otros. Los mejores son el del extra que se enamora de su compañera de mesa, señalada como mufa, y el del divo musical que intenta hacerle la vida imposible a otro cantante más joven, al mismo tiempo que su hijo planea matarlo. Las historias se conectan y también hay un par de chicas que desean extorsionar a la estrella de moda; una pareja de presentadores que se enfrentan en el terreno personal y profesional; y el productor del programa que trata de sacar el especial adelante a toda costa.
Alex de la Iglesia desarrolla todos estos tópicos con extraordinaria solvencia narrativa durante la primer hora de film, agilidad y rtimo, pero sobre el final le presta demasiada atención a algunos, y otros los concluye en forma bastante banal. Eso no quita que haya múltiples gags efectivos, algunas sorpresas y un par de números musicales muy divertidos.
Más allá de contar con la presencia de Santiago Segura y Enrique Villén, dos de sus actores fetiches, bastante desaprovechados en esta oportunidad, Mi gran noche tiene un atractivo especial: el regreso de Raphael a la pantalla grande. Uno de los más populares cantantes de los años 60 hasta la fecha, brilla con carisma, creando un alter ego que canta sus temas más reconocidos –el que le da título al film y “Escándalo”- burlándose de su propia fama e imagen. Cada escena con Raphael es mejor que las últimas tres obras de De la Iglesia. Mario Casas, Carlos Areces y Luis Callejos también se encuentran entre lo más destacado del film.
Con influencias de Ginger & Fred y La fiesta inolvidable, Alex demuestra su soberbia mano para combinar géneros y brindar una sátira al mundo de la televisión y los multimedios. Sin llegar a ser visceral ni subversivo o provocador, el director regala un entretenimiento puro e ingenioso, que más allá de ser irregular en su último tramo y no resolver perfectamente cada subtrama, se destaca por su pasión cinéfila, el talento de su elenco, la cuidada propuesta estética y una sutil crítica social. El gran Alex ha vuelto con Mi gran noche.