Tras mostrarse en la vidriera de los Oscar con El lado oscuro de la vida, la compañía de los hermanos Weinstein exporta su receta de ganadores losers a territorio británico. Basada en hechos reales y bajo la dirección de David Frankel (El diablo viste a la moda), Mi gran oportunidad cuenta la historia de Paul Potts, un tímido regordete que fue blanco de bullies toda su vida por dedicarse a la ópera, en lugar de ir al pub a hablar de fútbol, hasta que obtuvo su reconocimiento en 2007, tras triunfar en el popular show televisivo Britain’s got Talent. Los Weinstein hacen su habitual truco tribunero: retratan a Potts como empleado de un negocio de venta de celulares en un remoto pueblito galés, mientras el real Potts trabajó para el Partido Liberal en la ciudad inglesa de Bristol. La película alterna entre esta forzada britishness, como sucedáneo de los films de Loach y Mike Leigh, con una historia de amor y una quimérica prueba de suerte en Venecia que realmente dan el voto ganador. Y pese al grand finale excesivo, las actuaciones, en especial las de James Corden como Paul y Alexandra Roach como su amada Julz, son un antídoto contra el pomposo sello Weinstein.