Es común enterarnos de que hay familias en apariencia “normales” pero que, en realidad, son todo lo contrario porque ocultan algo importante o vergonzoso.
Con ese conocimiento popular el director Martín Musarra, en su ópera prima, nos introduce en el mundo fantástico y fantasioso que tiene la cinematografía. A través de unos dibujos de distintos animales nos traslada hacia la ciudad entrerriana de Concordia, donde se realizó este film. Allí, en el cumpleaños de Juana (Valentina Marcone) el tema central del que se habla en la reunión con su pequeña familia es el deseo de ella de ir al campamento con sus compañeros del colegio, porque su madre Ana (Natalia Señorales) se opone y su padre, Tomás (Adrián Garavano), está a favor de su hija. Pero la sobreprotección es muy fuerte y tiene su razón de ser.
El motivo de tal comportamiento es que la rama materna de la familia, encabezada por la abuela Rita (Silvia Zerbini), se convierte en algún animal predeterminado, generalmente, cuando se enfrenta a algún problema, y tiene luego de esa transformación 72 horas para retornar a su condición anterior.
Tomás no sabe nada de este hecho, y Ana tampoco. Pero, su madre, con un desbalance emocional fuerte, por primera vez se vuelve una lora.
A partir de aquí comienza la aventura. Ana acepta inmediatamente esta realidad, no la discute ni la cuestiona, y tampoco se victimiza con su mala suerte, simplemente le pide ayuda a su tío Beto (Gabriel Páez) para que anule el hechizo, pues su padre está en viaje de negocios, pero él es atolondrado, dubitativo y no sabe cómo.
La película está narrada en un tono muy infantil, a los malos que se tiene que enfrentar la protagonista, no lo son tanto. Los momentos de tensión no se sostienen un tiempo prudencial para generar expectativa, enseguida se resuelve la situación.
Hay escenas bien logradas, con diálogos en su justa medida, y en otras situaciones ambos están fuera de timing. También hay frases o palabras que se reiteran, entorpeciendo el desarrollo del relato. Por otro lado, las actuaciones dejan mucho que desear. Tal vez, por intentar ser tan amables o simpáticos con el espectador no explotan su potencial.
Crear un verosímil, como en este caso, tiene que tener una gran precisión en todos los aspectos de la producción, porque si algo falla, arrastra a todo lo demás hacia el precipicio, perjudicando notoriamente el esfuerzo de tantas personas. Se queda en las buenas intenciones, pero con eso sólo no alcanza.